Desde que en febrero de este año los rusos invadieron a Ucrania hemos estado esperando la segunda versión de esa guerra, la cibernética, donde no se usan cañones, tanques ni balas, sino interrupciones en los servicios cibernéticos.
Nos hemos quedado esperando el apagón en la gran Plaza Roja de Moscú mientras Putin discurseaba y también los apagones mientras Boris Johnson, Joe Biden y otras personalidades conversaban frente a las cámaras con Zelensky, presidente de Ucrania. Tampoco hemos sabido de interrupciones masivas en las comunicaciones internas de los ejércitos rusos, ucranianos y, por qué no, norteamericanos y europeos.
Se sabe que todo esto es factible y, de su ausencia algún día recibiremos una explicación. Tal vez se deba a que a través de los canales cibernéticos la guerra deja de ser territorial entre Rusia y Ucrania pues en ella, en las “nubes” participarían los servicios de inteligencia europeos y estadounidenses.
Los norteamericanos sobre todo no quieren ser vistos jugando un papel dentro del territorio ruso, aun dentro del territorio cibernético. Nótese que Ucrania apenas ha atacado físicamente blancos ubicados dentro del territorio ruso, sino más bien activos rusos colocados dentro de la propia Ucrania. Y cuando cundió el rumor de que los servicios de inteligencia norteamericanos habían indicado donde estaban generales rusos para que fueran eliminados, el propio Biden ha tenido que dar instrucciones de no hacerse público el papel norteamericano en actividades como esas, o en el hundimiento del buque insignia ruso.
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La crisis de los misiles en Cuba tuvo que resolverse sin que Kruschev o Kennedy “pasaran vergüenza” y fue por eso que Estados Unidos se comprometió a nunca invadir a Cuba y a retirar sus misiles de una Turquía pegadita de territorio ruso. Tal vez se busque una solución parecida, como podrían ser referéndums en Crimea y en la parte ruso-parlante de la actual Ucrania, el Donbas, para que Moscú se quede con esos territorios. A cambio, la OTAN podría expandirse para incluir a Finlandia y Noruega, ampliándose así las fronteras rusas que colindan con nuevos países miembros de ese organismo.
También está la lucha usando los gasoductos que transportan petróleo y gas natural ruso, pero a través de territorio ucraniano. Eslovaquia, por ejemplo, recibe el 96% de su petróleo a través de estas facilidades. A Estados Unidos le preocupa mucho, igual que a Ucrania, que no les destruyan los envíos de armamentos que llegan desde la OTAN. Desde hace semanas se hace evidente que las mismas barbaridades contra civiles que cometieron los rusos en Chechenia y Siria se están repitiendo en Ucrania. Y no era menos de esperarse de unos rusos que hasta han envenenado a sus conciudadanos opositores en Inglaterra.
Quienes de seguro están muy contentos con lo que está pasando es lo que Eisenhower denominó “el complejo industrial militar norteamericano” pues esta guerra está reduciendo costosos inventarios que tendrán que ser repuestos.
Y, finalmente, quién sabe si las ciber monedas devendrán también en balas en este conflicto tan diverso.