La herida cruel para Pinochet

La herida cruel para Pinochet

POR LARRY ROHTER
NUEVA YORK.- Fuera del tribunal, familiares de las víctimas del general Augusto Pinochet bailaban en las calles la semana pasada cuando un juez chileno dictaminó que el ex dictador estaba apto para ser sometido a juicio por abusos de los derechos humanos y luego presentó cargos en su contra con nueve relatos de secuestro y uno de asesinato.

En otras partes, sin embargo, el resto de la sociedad chilena reaccionó en su mayor parte con indiferencia.

En su clímax, Pinochet era temido por muchos y admirado por pocos. Pero a los 89 años de edad, ahora es un recordatorio de un pasado que los chilenos de todas las convicciones políticas parecen preferir olvidar. Han pasado casi 15 años desde que renunció, casi toda una generación de chilenos ha cumplido la mayoría de edad desde entonces, e incluso quienes recuerdan la vida durante sus 17 años represivos en el poder parecen ansiosos de consignarlo a la historia.

Para abogados de derechos humanos, cada paso de los afanes legales de Pinochet desde que fue detenido en Londres en 1998 ha sido importante al establecer nuevos principios de responsabilidad en el derecho nacional e internacional. Pero incluso esos abogados reconocen que a un nivel fundamental, Pinochet, quien está enfermo y cuya reputación se está desmoronando, en gran medida se ha deslizado a la irrelevancia.

«A la generación más joven no podría importarle menos Pinochet», dijo José Miguel Vivanco, director de Human Rights Americas y chileno. El hecho de que «Pinochet hoy sea un cadáver politico», añadió, reduce la presión sobre el gobierno para «hacerlo responsable de las atrocidades que cometió».

Para el chileno promedio, el nivel en que registra a Pinochet es como un motivo de verg_enza. Chile tiene la economía más dinámica y estable de Sudamérica, en parte legado de los años de Pinochet. Pero los chilenos descubren que cuando viajan a Europa o Norteamérica, difícilmente alguien está consciente de la imagen moderna y próspera que quieren proyectar. Todos, sin embargo, saben quién es Pinochet.

«Los colombianos tienen los cárteles de la droga que empañan su reputación cuando van al exterior», dijo Rosa, una agente de viajes en Santiago que no quiso que se usara su nombre completo. «Nosotros tenemos a Pinochet».

Incluso los simpatizantes de Pinochet se inclinan ahora a distanciarse de él. En el pasado, un procedimiento legal habría llevado a grandes multitudes a manifestarse en su favor fuera de las oficinas centrales de la Fundación Pinochet, que promueve el legado del general. Pero desde que una investigación de un comité del Senado de Estados Unidos reveló en julio que Pinochet había transferido hasta 8 millones de dólares a cuentras en el Riggs Bank, todos salvo sus simpatizantes más firmes han estado demasiado mortificados para defenderlo.

Y aunque los adversarios de Pinochet han dominado los tres gobiernos que han dirigido a Chile desde 1990, han evitado antagonizar con las fuerzas armadas y otros elementos del antiguo régimen, en nombre de la unidad nacional. Pero esta respuesta equilibrada y callada sólo irrita a la base de la coalición gobernante en la izquierda y atrae atención extranjera adicional al equivalente político del tío loco en el ático.

«En este momento, Pinochet debe saber que cualquiera que sea el resultado de este caso, hasta el fin de su vida, va a ser una batalla legal constante», dijo John Dinges, autor de «Los Años del Cóndor», una historia del cartel internacional de asesinatos y secuestros que organizó Pinochet. «Y no podía haber sucedido a un tipo más agradable».

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