Sin lugar a duda hay situaciones predecibles que, por su condición de tales pueden permitir que se adelanten soluciones posibles a desastres y hay situaciones en que el desastre viene acompañado de acciones de la naturaleza que pueden ser originadas por un terremoto, por un ciclón, por grandes lluvias, entonces, y en todos los casos, la mano del hombre puede hacer mucho cuando hay la voluntad política de ayudar, prever, socorrer.
Me refiero a la tragedia que se llevó la vida de 32 personas en San Cristóbal. Ello permite hacer algunas preguntas que, necesariamente, nos llevaran a una serie de recomendaciones. ¿Hay o no hay inspectores de Sanidad, de Impuestos Internos de los Cuerpos de Bomberos y de las Fuerzas Armadas, la Policía que vigilan, examinan, revisan el contenido de ciertos tipos de negocios que trabajan con sustancias explosivas y/o inflamables?
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¿Puede cualquier persona tener un almacén de productos que requieran un tratamiento y un almacenamiento especial, sin que alguna autoridad tenga injerencia en la supervisión y cuidado de los mismos? ¿Cada qué tiempo los supervisan?
¿Se permite instalar un negocio sin una patente que diga cual es el objeto del mismo y con que tipo de insumos o mercancías trabaja sin que la autoridad sea informada y supervise periódicamente los almacenes? ¿Quién supervisa el uso de materiales inflamables en talleres destinados a producir distintos bienes?
¿Por qué y quién permite la instalación de negocios que emplean materiales inflamables, con riesgo de producir combustión espontánea, en lugares donde hay concentración de otros negocios y gran circulación de personas, quién los regula, quién los supervisa? La sociedad organizada, las autoridades son quienes tienen en sus manos y bajo su responsabilidad, actuar para que se corrija lo que haya que corregir, se regule lo que haya que regular.
Se sabe que todos los años habrá una temporada ciclónica, es una guerra avisada que, extrañamente, como que nos sorprende todos los años o somos descuidados, o somos muy confiados o no tenemos vergüenza, ello así, porque todos los años, ante fenómenos naturales, esperados y conocidos, presentamos la misma vulnerabilidad. Se permite la construcción de viviendas precarias en el curso seco de ríos que vuelven al menor aguacero, se permite, también, la construcción de chozas en las laderas de los ríos, se permite la construcción de viviendas muy precarias en cañadas y a orillas de ríos que se sabe que se desbordan con las grandes lluvias que acompañan las tormentas.
El país necesita organización, orden y coraje para imponer la ley. Este es el tiempo de legislar, corregir, regular, para eliminar focos de peligro y para tener los mecanismos de prever desgracias.