La inclusión de la materia de ética en los programas universitarios del área de Economía y Negocios, así como el gran número de publicaciones bibliográficas sobre esta temática desde la perspectiva de los negocios –Ética de los Negocios– revela la posición peculiar que ocupa en el campo de la “ética aplicada” en la actualidad. Se trata de una disciplina relativamente nueva, puesta en boga a partir de finales de la década de 1980 en Estados Unidos y Europa; no obstante, la preocupación de la dimensión ética por las actividades económicas se remonta a la Antigüedad, teniendo sus antecedentes en Aristóteles y su crítica a la práctica de la usura.
También en la Edad Media los teólogos condenaron la avaricia y la codicia de los hombres de negocios, dando origen a la idea de que estos son amorales. Esta percepción se mantuvo, aun cuando los pensadores economistas clásicos justificaron la economía desde un enfoque utilitarista separándola de la ética. De ahí que esta condena a los negocios por parte de la filosofía y la religión dio lugar a una concepción casi totalmente negativa durante la mayor parte de la historia.
Pero como lo único constante en el tiempo son los “cambios”, esta concepción ha pasado a una más moral y honorable empezando a dominar el lenguaje de los negocios, creándose una consciencia renovada de la importancia que tiene la ética en esta dimensión económica; de ello son cada vez más consciente los directivos de empresas, pues viene tomando mucho relieve la idea de que la ética es lo que permite que una empresa sea considerada como “excelente”, pues de –no ser ética– no será una buena empresa, aunque obtenga buenos resultados y goce de una reputación aceptable.
En ese sentido podría decirse –aunque de la impresión de una exageración– que “la ética es la distancia que separa las empresas legales y constituidas formalmente dedicada a las actividades comerciales de la economía ilegal”. Es decir, cuando una empresa no contempla la ética en su accionar y sólo concibe los elevados beneficios que obtendría de una actividad comercial, puede llegar a ser tanto a más dañina que actividades ilícitas, como el trafico de drogas, de armas y la prostitución, por nombrar algunas a modo de ejemplo.
Piénsese en el impacto ambiental que una determinada empresa puede generar al tener una concepción “productivista”, donde en su modelo de negocio no existe cabida para la ética y solo prima las utilidades que pueden obtener y sobre esa base se produce la contaminación y de destrucción ambiental; pero también sin un laboratorio farmacéutico incurriera en la falsificación de medicamentos para ser más lucrativo, mientras pone en riesgos la salud y vida de las personas que lo consumen.
Por consiguiente, la importancia de la ética en los negocios debe comprenderse, más que desde una “dimensión corporativa” –al considerarse la falta de ética como causante de pérdidas a las empresas y a los mercados– como una “contribución al orden social”. Sobre esta concepción radica la razón verdadera que justifica la ética en los negocios y no en su utilidad de conveniencia corporativa para ganar dinero.
La ética como afirma Adela Cortina: “es un saber práctico que dota de coherencia a la conducta humana, ajustándola a valores aceptados por la mayoría”. De ahí que la ética tiene cabida en todas las áreas de la actividad humana y los negocios forman parte de ellas, sujeto a los mismos valores de la sociedad en que actúan.