La sociedad dominicana parece que le gusta aprobar, pero no aprender. Una cosa es estudiar para aprobar, y otra cosa es estudiar para aprender. Aprender implica razonar, asociar, discriminar, reflexionar, utilizar el juicio crítico y desarrollar las habilidades y destrezas para poder existir con bienestar y tratar de alcanzar la felicidad. La aceptación social en acostumbrarse a existir con precariedad, con desigualdades y exclusión social por décadas, habla de un nivel de acotamiento social, pero también, de conformismo, de pesimismo y de un espíritu conservador en aceptar las cosas por que sí. Vivimos observando la complicidad y la prostitución política de grupos que se reparten la riqueza y el trabajo de la mayoría, y la sociedad no exige ni demanda el cumplimiento de la Ley de Partido.
Sabemos lo que se esconde detrás de la migración haitiana y el miedo en regular a los nacionales haitianos, pero lo posponemos y dejamos que se prolongue, debido a los beneficios de grupos de ambos lados. Es harto conocido el negocio eléctrico, el de la salud, la educación, la construcción y el judicial. Aquí todo se olfatea, se comenta, pero se calla. Sencillamente es una sociedad en la “Indefensión crónica aprendida”, donde las personas son incapaces de reaccionar ante una situación que les provoca dolor y frustración. Prefieren aguantar, deprimirse, padecer de ansiedad, alcoholismo, suicidio y desesperanza aprendida, en vez de empoderarse y enfrentar la crisis.
¡Oh cómo llamarle a esta complicidad¡ o a este pésimo teatro de los actores político y los grupos élites, en aparentar conflictos y por lo bajo se arreglan y se reporten la riqueza de los que trabajamos y empujamos para el bien colectivo y social. La salud mental de los dominicanos no anda bien. Pero tampoco, el espíritu ético y moral de una sociedad que permite dejar pasar cualquier trasgresión sin el menor asombro y, sin inferir, el menor dolor: A eso se le llama indefensión.
Una buena parte de los grupos sociales anda en búsqueda del estatus social y, para alcanzarlo, se han fundido en la política, la corrupción y el negocio de las drogas y del mercado ilícito. Sin embargo, la mayoría se queda en exclusión, pobreza, inequidad y crisis existencial. Los profesionales y clase media han tenido que aguantarse, en el desgaste del pluri-empleo, el endeudamiento, y una agonía en aparentar que viven del gozo y mantienen el estatus. La indefensión plantea un aprendizaje inadecuado, disfuncional y patológico, que se traduce en consecuencias psicosociales, sin que el dolor o angustia reproduzca un nuevo aprendizaje social. En nuestro país, ni el pensamiento liberal, ni las élites intelectuales, ni política, ni la pequeña burguesía ha podido construir un proyecto de nación sostenible, equitativo, inclusivo y para el bienestar social.
Durante décadas he sostenido que la patología social dominicana ha producido un modelo y un comportamiento social hacia la indefensión. Diría que es algo recurrente, crónico, de los grupos sociales como decía Bonó: “Los dominicanos individualmente piensan bien, pero cuando se agrupan piensan y actúan mal” es decir, vuelven a hacer lo incorrecto, a repetir el mismo aprendizaje y hacer lo que más conviene.
Hoy tenemos consecuencias de alto riesgo, nacionales e internacionales. Pero también, padecemos de una crisis moral, social y de partidos. Se impone que confrontemos con un nuevo modelo político-social la patología y el aprendizaje de la Indefensión crónica.
De lo contrario seguiremos en crisis, poniendo parchos, tapando agujeros, auto-engañándonos y simulando que somos una sociedad organizada y planificada para las futuras generaciones. Decía García Márquez “La vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.