La inspiradora juventud de Jacqueline Malagón

La inspiradora juventud de Jacqueline Malagón

La doctora Jacqueline Malagón, una académica, de 83 años de edad, de los cuales ha dedicado 65 a la educación no necesita presentación, la historia de la educación en la República Dominicana lleva su nombre grabado con tinta indeleble que jamás será desdibujado. Sin embargo, su vida joven ofrece una perspectiva fascinante que revela las bases de su pasión y compromiso con la formación académica, la educación nacional y el desarrollo del capital social del país.

Jackie, como la llaman sus familiares y amistades más cercanas es la mayor de dos hermanas, vio la luz de la vida el 20 de febrero de 1941 en Santiago de los Caballeros, al norte de isla, en el seno de una familia que valoraba la educación y la cultura, lo que influyó significativamente en su desarrollo personal y profesional.

Malagón, cuenta que desde una edad temprana, mostró un interés notable por el aprendizaje y la enseñanza. En sus primeros años de escuela se destacó por su alto desempeño académico y su liderazgo entre sus compañeros y compañeras, lo que motivó a sus padres a incurrir en el sacrificio de matricularla en uno de los mejores colegios de la época.

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Entrevista a la a educadora Jacqueline Malagón.

“Ya viviendo en la Santo Domingo, mi papá inicialmente quiera inscribir en una escuela pública, (que eran muy buenas a decir verdad), pero, mi mamá le insistió en que mejor me enviará al colegio Santo Domingo porque estaba gestionado por unas monjas norteamericanas y la educación era bilingüe. Ahí completé todo mi ciclo académico hasta la secundaria”, recuerda la reconocida educadora.

Agrega que, para entonces el referido colegio formaba en sus aulas a las hijas de las familias más prestigiosas y ricas de la sociedad dominicana.

Una época que recuerda con ilusión. En una breve pausa asiente para reconocer el gran sacrificio de sus padres para garantizar que recibiera educación de la más alta calidad. “Papá y mamá creían en la educación y en mi potencial para desarrollarme”, recita con el brillo en los ojos de la hija agradecida.

A los 17 años, la entonces adolescente Jacqueline Malagón, culmina la secundaria y gana gracias a sus calificaciones una beca para estudiar ciencias matemáticas en el país, pero nueva vez sus padres tenían un mejor plan para ella. “Papá vendió nuestra casa de Santiago para enviarme a estudiar a los Estados Unidos”. Frente a mi asombro asiente una y otra vez con la cabeza, mientras deletrea en inglés el nombre de la universidad donde fue enviada a estudiar.

“Fui a estudiar a Barry College Miami, en Florida, una universidad de mujeres y mis padres me enviaban mensualmente 40 dólares para mantenerme allá. Pero a los pocos de estar descubrí que podía ganar algo de dinero y conseguí un trabajo”, recuerda.

Y es así como en sus horas libres trabaja en la cafetería de la universidad. “Cuando descubrí que a las muchachas que servían el almuerzo en la cafetería universitaria le pagaban conseguí que me contrataran, ganaba US $60. Pero además hacía otra cosa, ¡le arreglaba las uñas a mis roommates (compañeras de habitación) por 50 o 60 centavos de dólar y era otra entrada extra”, explica.

Nacida y criada en medio de una dictadura

En la puerta de todas las casas dominicanas durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, había una placa que rezaba: “en esta casa manda Trujillo y la de Jacqueline Malagón no era la excepción, algo que aunque le causaba curiosidad lo veía como normal. La conciencia le llegó de golpe e inesperadamente.

“Con mis ahorros pretendía en vacaciones viajar junto a mis amigas desde Miami a México. Para entonces era requisito tramitar la visa a través del consulado dominicano, al llegar al lugar había en la entrada un cuadro con las fotografías de Rafaal, Ramfis y “Negro” Trujillo y mis compañeras venezolanas se burlaron del mismo y aparentemente eso motivó a que me negaran la visa y no pude volar a México”, es entonces cuando empieza a entender el contexto político

Todo esto, aclara Malagón junto al apresamiento y desaparición de varios de sus amigos la empezaba a preocupar. Pero, su verdadero despertar ocurrió al llegar de vacaciones a la República Dominicana, luego de un año de estudios en Florida. “Cuando terminé el proceso de migración me despojaron de mi pasaporte y no pude regresar a concluir mis estudios en Barry College”.

Se pausa la estudiante y surge la maestra

Pese al revés, para 1959 con apenas 18 años, Malagón contaba con una buena base académica estuvo marcada por una combinación de estudios locales e internacionales. Habiendo perfeccionado el idioma inglés, aprendido shorthand (taquigrafía en inglés), teatro, cultura, literatura, entre otras disciplinas. Lo que le permitió rápidamente conseguir un trabajo.

“Mi primer empleo en el país fue Colgate-Palmolive como asistente de un gerente norteamericano que además era profesor de inglés en el Instituto Dominico Americano y requería asistencia de alguien que dominará su idioma y ahí me ganaba RD$ 300”, asegura.

Y es justamente ese empleo que la lleva a las aulas. Esto así, porque en algunas ocasiones le tocaba sustituirlo como docente en el instituto.

Su desempeño en la enseñanza le permitió formar parte del cuerpo docente de ese instituto de formación con apenas 19 años. Ahí laboró varios meses, ya que se integró al personal docente y administrativo de la Universidad de Santo Domingo hoy Autónoma (UASD) en la escuela de Idiomas de esa academia. “ Me pagaban RD $1,000. Ahí estuvo desde el año 1959 hasta 1965, cuando estalló la Revolución de Abril”.

La juventud de la profesora Jacqueline Malagón estuvo marcada por una trayectoria de aprendizaje constante, que sigue vigente y aportando al sector educativo nacional, en la actualidad es asesora del Ministerio de Educación; asesora del MESCyT, del INFOTEP, del MAP y del Ministerio de la Presidencia.

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