La inteligencia debe ser la facultad humana más estudiada por la psicología, con más de tres siglos de investigaciones sobre el tema. Sin embargo, a nuestro pesar, nadie sabe con exactitud qué representa, ni qué factores la componen. Los especialistas de las neurociencias han tratado de entender cómo se desarrolla ese proceso superior en la raza humana, mientras otros tratan de explicarla en su evolución. ¿Los inteligentes nacen o se hacen? Francis Galton, primo de Darwin rechazó lo que él llamó en el siglo XIX “la pretensión de una naturaleza igual”. Este consideraba que los muy inteligentes la heredaban a través de la consanguinidad y para probar su teoría hereditaria estudió e hizo los mapas genealógicos de numerosos personajes con inteligencia superior: Mozart, Hayden, Byron, Chaucer, Napoleón, etc., publicando en el 1869 sus resultados en la obra “genialidad heredada”. A partir de la fecha, se le da a la herencia un papel de importancia en el desarrollo de esa facultad que desde los romanos conocemos. La introducción del término inteligencia en el lenguaje cotidiano se produjo hace dos siglos. El profesor de psicología de Leipzig Wilhelm Wundt (1832-1920) definió la inteligencia de la siguiente manera: “el conjunto de actividades mentales conscientes que encuentran su conclusión en el pensamiento lógico”.
Con el paso de los años numerosas han sido las definiciones de los psicólogos del término inteligencia tratando de hacerla práctica y describir el conjunto de las complejas actividades cognitivas que participan en la expresión de esta enmarañada condición, pues numerosos son los aspectos que van desde: la memoria, la capacidad de deducción, la comprensión de las palabras, la escritura, el arte, etc., etc. Los investigadores hablan de una relación entre todos los inteligentes y mencionan que poseen el “factor general de inteligencia” (factor “g”). Además distinguen la inteligencia fluida (velocidad y flexibilidad en el procesamiento de los estímulos) de la inteligencia cristalizada (conocimientos y destrezas adquiridas).
En el tema de la influencia de la genética en la inteligencia humana, uno de sus defensores fue el psicólogo inglés experto en educación, Cyril Burt (1883-1971), quien intentó evaluar la heredabilidad en las condiciones de personas inteligentes con gran capacidad intelectual. A este intelectual se le reconoce por sus estudios en gemelos. Logró que se cambiara el sistema británico de ingreso de los niños a las escuelas inglesas. Hasta hoy, no se ha esclarecido del todo la relación exacta entre la inteligencia y la herencia. El entorno, queramos o no, es fundamental; y para muestra un botón: tomemos una familia clase media, ambos padres con buena formación técnica o profesional, un hogar estable con dos hijos, donde están resueltas todas las necesidades materiales y afectivas, donde hay seguridad emocional, estímulos intelectuales, un colegio de calidad académica. Por otra parte un hogar muy humilde con cinco hijos, ambos padres sin escolaridad grandes dificultades incluso para obtener la alimentación, donde es obvio que habrá disminución de la estimulación cerebral, la que redunda en la “plasticidad” neuronal, que es la formación de nuevas conexiones cerebrales. No obstante todas las condiciones anteriormente descritas, podrá haber en el segundo hogar alguno de los cinco hijos con capacidades excepcionales, el cual tiene que ser una verdadero espartano para sobresalir. De esto está llena la historia de la humanidad, de que querer es poder, jóvenes de estratos muy humildes que se han enfrentado a las mayores privaciones, pero con una fortaleza interior de querer ser y lo han logrado amparados en una gran inteligencia y la valoración de su auto imagen. Hay numerosos programas de entrenamiento intelectual que prometen el incremento de las capacidades mentales. Sin embargo, no existen pruebas científicas de ello y se ha demostrado que solo mejoran las tareas de habilidades. Una definición simple de inteligencia: es la facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. De acuerdo con la psicóloga norteamericana Adele B. Lynn, los japoneses y los chinos poseen el coeficiente de inteligencia más elevado del mundo, los últimos puestos los ocupan los aborígenes australianos y los africanos negros. Podríamos concluir entonces, que los aspectos económicos tienen relación con la inteligencia de la población. No podemos olvidar que el pensamiento es “proteína”, grasa y azúcar, pero eso amerita otros y más profundos “conversatorios”.