Según la concepción humanista y cristiana, en política, los fines y los medios son aspectos básicos de su interpretación filosófica.
Los objetivos fundamentales y las tareas más esenciales de la sociedad política no consisten en garantizar la conveniencia material de unos cuantos, ni tampoco en alcanzar grandes avances tecnológicos o industriales maltratando la naturaleza. Tampoco en el predominio de lo político sobre los seres humanos.
La tarea política debe ser esencialmente una labor de civilización, de cultura, de integración, de participación y solución integral de los problemas del ser humano. De ayudarlos a conquistar su libertad plena, su crecimiento, su autonomía. Es una labor de progreso dentro de un orden esencialmente humano y moral. Partiendo de que la moralidad se constituye en uno de los verdaderos bienes del hombre.
En esa corriente de pensamiento, los medios utilizables y a través de los cuales se llevará a cabo la acción política, deberán estar a merced de un axioma universal inviolable: “Los medios deben ser proporcionales y adecuados a los fines”. Por lo tanto, aplicar medios intrínsecamente malos e inadecuados bajo el supuesto de alcanzar un fin bueno, representa una falsedad. Porque los medios malos, a mediano o largo plazos, conducirán a fines proporcionales a los medios utilizados. Como acción humana, estarán íntimamente ligados a su forma y esencia.
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Por eso advierte que la racionalización técnica de la política no debe sustentarse en un sistema sobre la forma en que los hombres puedan conducirse circunstancialmente, al convertir sus conductas en simples formas artísticas. Pues la racionalización de la vida política no debe ser artística ni técnica, sino absolutamente moral. Lo que implica un reconocimiento de los fines esencialmente buenos y humanos.
Implica un esfuerzo permanente para lograr que las estructuras y los órganos del cuerpo político sirvan al bien común, a la dignidad de la persona humana y al sentido del amor fraternal. Actuar políticamente contra la avaricia, celos, egoísmos, falsos orgullos y modelos deshumanizantes. Tener como estandarte una conciencia madura sobre las más íntimas necesidades de la vida humana, de los auténticos requerimientos del hombre en todas las manifestaciones.
Las acciones políticas desde la óptica moral, no deben depender de la imagen que grupos o sectores, en determinados momentos y aprovechando coyunturas especiales, puedan o pretendan crear artísticamente, sino del reflejo de su acción frente a la ciudadanía. De sus conductas.
Por eso es necesario tener en cuenta las necesidades verdaderamente sentidas por la población en las diferentes comunidades a las que se pueda dar respuesta a tiempo. Y de los resultados de su aplicación. De la forma armoniosa y equilibrada con que pueda desenvolverse con los demás actores que conforman el cuerpo político de la nación, como fórmula para abrir caminos conducentes a solucionar problemas, garantizar la paz, crear las esperanzas necesarias y elevar el nivel de los seres humanos en todas sus manifestaciones.
Con la conciencia plena de que la política no es otra cosa que la organización funcional de las sociedades con el fin de lograr la convivencia colectiva, fraternal y armoniosa. Con el propósito de servir al bien común.