Sin temor a duda, la reforma de la Policía Nacional viene a ser el reto más peliagudo, escabroso, delicado pero necesario que confronta la sociedad civil y el Gobierno del presidente Luis Abinader que se pone de manifiesto ante la muerte en un mes de tres hombres internados en centros hospitalarios luego de ser detenidos y apresados en un cuartel de policiales donde, conforme con los informes médicos, sufrieron daños y torturas corporales causantes de su muerte calificado de homicidio siendo el más sonado el del joven David de los Santos Correa, de 24 años, cuya autopsia revela: “trauma contuso craneoencefálico severo, abrasión en la frente, hemorragia conjuntival, contusiones en el codo, edemas ampollas y abrasiones en muñecas y dorso en las manos, en el área de las costillas, región lumbar y piernas”. Un crimen vandálico, perpetrado en el destacamento policial de Naco por policías y gente sin entrañas, asesinos que deshonran su uniforme y rememora otros hechos igualmente horrendos, no lejanos, que dan motivo para que el Presidente Abinader haya asumido la determinación de darle fin a esta barbarie y limpieza a esa institución, degradada al extremo de perder todo respeto ciudadano por los tantos excesos y abusos cometidos.
Viene a mi mente la “Era de Trujillo” cuando era frecuente que de manera antojadiza cualquier patrulla o policía te detuviera y exigiera mostrarle “los tres golpes de quiniela”: 1. La cédula de identidad personal, 2. La “palmita”, o sea, la inscripción como miembro del Partido Dominicano y 3. El carné que te acreditaba haber cumplido el Servicio Militar Obligatorio y hay de aquel que no cargara con esos documentos, estando todo joven obligado a reportarse temprano cada día laborable al play de la Normal Presidente Trujillo, donde supuestamente sería adiestraba como miliciano – aunque sin conocimiento de arma de fuego- para servicio al Jefe en caso necesario.
Le invitamos a leer: David de los Santos: Piden destitución del director de la Policía
Entonces reinaba una férrea dictadura, no la anarquía vivida durante los 12 años fatídicos del presidente Balaguer, donde la Policía a sus anchas perseguía y asesinaba con su consentimiento, impunemente, eliminando cantidad de jóvenes opositores revolucionarios, siendo desmantelada aquella despreciable orgia policial de un plumazo por el presidente don Antonio Guzmán Fernández.
Pero la Policía no ha dejado de ser un instrumento nocivo para el país. El compromiso asumido por el presidente Abinader de transformar y adecentar esa institución en procura de dilucidar e imponer un sistema legitimado que permita garantizar la seguridad social y la dignidad y respeto de los derechos fundamentales de toda persona, no deja de ser un reto de alto costo político y económico, pero indispensable para una nación que ha sabido rescatar el turismo, superar tantas adversidades, como el COVID 19, aliviar la crisis económica y lograr, con mayor fe, la convivencia pacífica de los hijos de Quisqueya, “la tierra de mis amores.”