La pasada semana “conversamos” sobre el gran interés por el cómo conocemos los seres humanos, cómo se estructura nuestra mente y qué funciones y procesos mentales intervienen en ese sumario de aprehensión y transformación del mundo.
Este ha sido un tema que ha fascinado a la humanidad a través de los tiempos. Se han intentado develar estos enigmas inventando modelos y sistemas que simplifiquen el común y complejo acto del conocer humano. Sin embargo, el actual marco intelectual y metodológico es muy promisorio. Es fundamental que exista un diálogo entre los neurocientistas y los diferentes dominios de la sociedad, para continuar en la búsqueda de explicaciones cada vez más satisfactorias.
Hoy nos referiremos al lenguaje, el que en una definición muy simple lo pudiéramos considerar como: el sistema de códigos por los cuales se designan objetos del mundo exterior, sus acciones, cualidades y relaciones entre los mismos. Noam Chomsky plantea que el lenguaje es el producto de una disposición innata, como si fuera un instinto, no sigue ninguna de las reglas del aprendizaje, es la base de la memoria, no es el producto de una adaptación evolutiva, sino una consecuencia accidental de una evolución compleja de la corteza cerebral. Los 4,000 lenguajes existentes en el mundo comparten un concepto abstracto en sus estructuras. Lograr una explicación simple es obra titánica. Hasta hoy no se ha podido.
El lenguaje, el más claro ejemplo de una función preeminente del cerebro cuyo desarrollo se sustenta, por un lado en una estructura anatomo-funcional genéticamente determinada y, por otro, en los estímulos verbales que dan el aprendizaje y la cultura. Modernamente se consideran tres sistemas principales que sustentan funcionalmente el lenguaje: 1- Un sistema operativo o instrumental, que ocupa la región perisilviana del hemisferio dominante (el izquierdo) y que incluye las llamadas áreas de Broca y de Wernicke. 2- Un sistema semántico, que abarca grandes extensiones corticales de ambos hemisferios y 3-Un sistema intermedio organizado modularmente, que sirve de mediación entre los dos hemisferios y que se ubica alrededor del primer sistema instrumental. Hemos mencionado a Paúl Broca y a Carl Wernicke, francés el primero y alemán el segundo, porque estos neurólogos hace más de siglo y medio descubrieron la ubicación cerebral de las áreas del lenguaje en la parte lateral del cerebro, más específicamente a la altura de la tercera circunvolución del prosencéfalo.
Terminé la conferencia en la Universidad Católica señalando que el lenguaje no solo sirve para el intercambio de conceptos, sino también para la formación de los mismos. Por eso la comunicación lingüística desempeña un papel tan importante. En resumen, el lenguaje es el elemento constituyente del pensamiento, por eso debemos cuidarlo con esmero. Esa muy complicada acción, la de comunicarnos mediante un lenguaje, que por enmarañada tiene muchas explicaciones. Para algunos el lenguaje no es más que un conjunto de respuestas verbales adquiridas por condicionamientos. Por el contrario, para otros es consecuencia de la asociación, la imitación y el refuerzo. Para el prominente profesor Avram Noam Chomsky, filósofo-lingüístico, profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts, considerado el padre de la lingüística moderna, los humanos tenemos una capacidad cerebral innata para adquirir el lenguaje y para aprender a conversar, de manera natural, igual que asimilar a caminar. Conforme sus juicios, los niños aprenden su lengua materna, el cerebro tiene un lado más grande que otro y los recién nacidos responden al lenguaje de manera muy compleja aún a su corta edad. Como vemos, el lenguaje, ese el que nos hace superiores en la escala biológica, no tiene una simple explicación. Más adelante, continuaremos “conversando” sobre la compleja conciencia.