“La niebla mental”, lo cognitivo por COVID-19

“La niebla mental”, lo cognitivo por COVID-19

José Silié Ruiz

“La niebla mental”, lo cognitivo por COVID-19. El pasado 8 de enero en esta columna sabatina «conversamos» de los daños cognitivos por COVID, hicimos una revisión de las distintas alteraciones mentales que produce este virus y entre estas mencionamos el entorpecimiento en los aspectos cognitivos (memoria, cálculo, orientación, discriminación, juicios ejecutivos, etc.)

Hoy felizmente ya sabemos y explicaremos, por qué se producen estas alteraciones mentales. Cada vez son más frecuentes en nuestros pacientes las alteraciones de la memoria, disminución de la capacidad de atención y, de la capacidad de retención cerebral, donde el compromiso de la cognición cerebral al paso de los meses ha adquirido una importante preeminencia.

Se ha denominado “niebla mental” a la condición donde hay alteración de la memoria, la concentración, dificultad para encontrar las palabras correctas, problemas de atención, abrumarse con tareas fáciles, severa fatiga, apatía y poca rapidez para responder comandos adecuadamente. Hay un grupo amplio de nuestros pacientes neurológicos que meses después de infectados, sin demostrables daños orgánicos en el cerebro, tienen estas alteradas manifestaciones de su intelecto, de su cognición comprometida.

En un trabajo fechado a final de este enero, publicado en el revista Annals of Clinical and Translational Neurology, la investigación dirigida por la neurocientista Joanna Hellmuth, de la Universidad de California, nos da respuesta a las interrogantes de los cuestionamientos que teníamos de la razón de por qué ese “obscurecimiento cognitivo”, de esa “niebla mental” sin evidente daño neuronal.

Demostraron ellos que estas “nieblas mentales” se relacionan estrechamente con alteraciones inflamatorias en el líquido cefalorraquídeo (LCR), fluido incoloro que corre en el espacio subaracnoideo y baña tanto al cerebro como a la médula espinal. El líquido cefalorraquídeo, es uno de los tres principales elementos que contiene el cráneo.

Sus funciones son la de protector para el cerebro y la médula, pues ambos flotan en él, además realiza intercambios de nutrición y trasporte del metabolismo cerebral. Se produce las 24 horas y por igual se reabsorbe, filtración que ocurre de manera pulsátil, impulsado por la sístole cardíaca, inhalación respiratoria y, en menor proporción por las células ependimales, que es donde se secreta en los ventrículos.

Tiene una filtración variable en el cerebro, varía de forma circadiana, siendo las primeras horas de la mañana, donde se produce la mayor cantidad del fluido.

Tal como habíamos señalado entre los factores negativos que empeoran la condición mental con lo viral estuvieron: la diabetes, la hipertensión arterial, consumo de sustancias estimulantes, depresión y los trastornos de ansiedad. En el LCR, se demostró en la investigación niveles elevados de proteínas, lo que sugiere claramente una inflamación.

También se identificó la presencia de anticuerpos inesperados en la sangre y el líquido, lo que reafirma claramente una respuesta inflamatoria y confirma que el virus produce por igual una inflamación cerebral. La que felizmente en la mayoría de los casos, no llega a ser una meningitis o una encefalitis, las que tienen un muy alto índice de mortalidad.

Así que hoy se confirma que esa alteración cognitiva cerebral es consecuencia de un proceso inflamatorio provocado por el virus, que no logra producir daños evidentes en el cerebro, pero que sí los genera en el LCR que rodea el cerebro y, este entonces deja de ser protector, entorpeciendo así las funciones cognitivas cerebrales superiores.