Como una reacción esperanzadora al balance de más de 35 mil accidentes de tránsito registrados en el 2016, que arrojó la suma de 2,122 muertes, la “Ley de Movilidad, Transporte Terrestre y Seguridad Vial”, que de paso crea el Instituto de Tránsito Terrestre (INTRANT), debería ser recibida con resonante alborozo de parte de la población en general.
Las universidades, los medios de comunicación, las escuelas, iglesias, empresas y las diversas entidades oficiales y civiles, junto a la ciudadanía en general, deberían prepararle una recepción especial a esta ley, con el especial interés de que todos nos involucremos en su más fiel cumplimiento como una demostración de que podemos avanzar en la aceptación de las normas que facilitan el orden y garantizan una convivencia colectiva de mayor calidad y bienestar para todos.
Una recepción alborozada y amigable a la nueva ley de tránsito contribuiría a bajar un poco la notable apatía que los dominicanos hemos desarrollado contra todo tipo de regulación. Se habla ya de una cultura que genera un rechazo compulsivo a toda norma y autoridad. Se trata de un desconocimiento, con frecuencia altanero y desafiante, contra todo lo que se llama ley.
Aunque parezca absurdo y a la vez incomprensible, es en la violación a la ley donde cada vez más dominicanos sienten encontrarse con algún sentido de heroicidad y realización personal. La violación, la burla y la evasión de las normas se han convertido en acciones en las que muchos de nuestros ciudadanos se presentan como protagonistas. Estas travesuras, muchas de ellas graves, motivan buena parte de nuestras gentes a tertulias sensacionalistas y celebrativas en hogares, colmadones y espacios públicos diversos.
Cuando violentamos las normas ciudadanas, cuando desconocemos el freno de la autoridad, aprovechamos el primer encuentro con las personas de nuestro grupo para contarle nuestra “hazaña”, la cual mientras más audaz y peligrosa, mayor interés despierta en medio del auditorio informal que regularmente las celebra y las apoya.
Existe, y cada vez tiene mayor auge, incluso, ahora dimensionado por las redes sociales y otros medios, un imaginario social degradante y perverso que exalta y celebra la violencia a las normas que están llamadas a contribuir con el resguardo de nuestra integridad física y social.
Ante esta realidad, la nueva ley de tránsito es una buena oportunidad para promocionar el apego a las normas y el respeto a la autoridad dentro del marco de los derechos ciudadanos. Tenemos que construir una ciudadanía responsable, un ciudadano nuevo que tenga sentido claro de que las leyes y las normas no están hechas para fastidiarnos, sino para cuidarnos y protegernos y garantizar una forma de convivencia colectiva que nos evite contar por miles las muertes que se producen cada año en nuestra calles y carreteras como resultado de los accidentes de tránsito.
Debemos recibir esta nueva ley con optimismo para que, en esta área de la vida ciudadana, que es el tránsito, comience a producirse un cambio notable, que no solo disminuya de forma significativa los accidentes de tránsito, sino que pueda generar una actitud de apego, si se quiere diligente y entusiasta, a las normas y leyes que regulan la vida colectiva.
Necesitamos crear un ambiente general capaz de contrarrestar de forma efectiva esa actitud negativa y pesimista que asumimos ante nuestras leyes y normas y que lleva muchos ciudadanos a ingeniarse mañas y trucos para evadirlas y burlarse de las mismas. Más que leyes nuevas, los dominicanos necesitamos un cambio de actitud ante las normas que regulan nuestra convivencia. Sería penoso que esta nueva ley de tránsito solo sirva para desarrollar la vieja actitud que nos está impidiendo tener un orden urbano que vaya acorde con la infraestructura vial y metropolitana que poseemos hoy.
Sería importante que la promulgación de esta ley venga acompañada con una campaña que nos involucre a todos, que llame la atención de todos los sectores de nuestra nación y que apunte a que superemos patrones de comportamiento que indican que, a pesar del ostensible progreso que en muchos aspectos podemos mostrar, en asuntos de valores que afirman y promueven la vida, aún estamos en un estado de barbarie y atraso.
La implementación de esta nueva ley deberá tener como claro indicador de su importancia y pertinencia, una significativa disminución de los accidentes de tránsito como resultado de una actitud colectiva del cumplimiento y apego a la ley y el respeto a las autoridades que deben velar por su fiel obediencia.