Esa policía ha sido producto de sociedad que decidió negociarla
El tema no es nuevo. La crisis policial ha sido recurrente. Cada cierto tiempo hay una pérdida de la capacidad de asombro por un acto de transgresión a los derechos ciudadanos.
La muerte de una pareja de forma salvaje explica lo que se ve, y lo que no se ve dentro de la Institución.
Sin embargo, las personas que viven en los barrios marginados, en hacinamiento, donde se registran más hechos delictivos sufren y padecen los riesgos, violaciones y desconsideraciones de la institución que debe cuidar, proteger, orientar y salvaguardar a los ciudadanos; Un ejemplo de ello es el pago de peaje para poder entrar al barrio.
Esa policía ha sido la expresión por décadas de una sociedad, de gobiernos y partidos políticos que, han decidido negociarla, repartirla, servirse de ella para realizar actos no transparentes ni éticos en el plano institucional. Es una policía de circunstancia, de épocas, de procesos y de resultados político-sociales.
Los policías son una expresión psicosocial y socioeconómico y cultural de un país de la patología social, de resaca moral, de inmunidad, corrupción y del “dejar hacer y del dejar pasar”, pero, sobre todo, donde no muchos soportan auditorias.
Los policías que ingresan son en su mayoría de los sectores pobres, marginales, bajo nivel educativo, falta de acceso a salud, vivienda, electricidad, ingreso de calidad, etc.
La dinámica familiar a veces es disfuncional y de familia extendida, rotas o reconstruidas. Además, sus padres no tuvieron acceso al bienestar social, económico y espiritual. Más bien, el ingreso a la policía es la búsqueda de una fuente de trabajo formal, de movilidad social, de notoriedad y de estatus de poder en una sociedad que niega derechos, que excluye, discrimina, pisotea y pone hacer fila sino tiene padrino, aún haya logrado estudios universitarios.
Las sociedades de carencias y deudas acumuladas, las que invierten poco en educación, salud, desarrollo social, van articulando instituciones que sobreviven a la crisis de la misma sociedad. Es decir, la Policía Nacional es una expresión circunstancial y estructurada para servirle y sobrevivir a una sociedad negadora de transparencia, de legitimidad, de derechos e inclusión social.
El salario, la sobrevivencia y la propia competencia dentro de la policía es desigual, injusta, discriminativa; debido a la incidencia que tienen en ello los políticos, empresarios, comerciantes, y personas que inciden en la vida pública.
La complicidad es de ambas partes. Repito, la policía es una expresión psicosocial de esa sociedad patologizada políticamente.
El comportamiento psicosocial y cultural de una persona, sea policía o no, depende de su educación, de sus valores, espiritualidad y sus habilidades y destrezas sanas que ha podido desarrollar para practicar la beneficencia, el altruismo y la solidaridad con las demás personas. Pero también, de cómo haya superado sus experiencias traumáticas, sus huellas somáticas y de la lectura que le haya dado a su propio pasado para entenderse con su presente y su futuro.
La reforma policial debe acompañarse de la reforma político-social, institucional, de derechos sociales, de la distribución equitativa del ingreso, de gastos responsables, del bienestar social del dominicano. Pero, además, deben revisar a los actores dentro y fuera de la policía que se niegan, entorpecen y saben sabotear proceso para que no les afecte.
Ni políticos autoritarios, ni liberales, ni de centro izquierda, ni de centro derecha que han llegado al poder han podido obtener resultados institucionales ni con la policía, ni con la educación, ni con la salud,
Los policías que ingresan son en su mayoría de los sectores pobres, marginales