La otra cara de Inglaterra

La otra cara de Inglaterra

POR GRACIELA AZCÁRATE
“Estados Unidos ya no se preocupa por los conflictos de baja intensidad. No ve ningún interés en ser reticente o disimulado. Pone sus cartas sobre la mesa sin miedo ni favor. Sencillamente le importan un bledo las Naciones Unidas, la legalidad internacional o el desacuerdo crítico, que juzga impotente e irrelevante. Tiene su propio perrito faldero acurrucado detrás de ellos, la patética y supina Gran Bretaña”.

(…) la mayoría de los políticos, según las evidencias a las que tenemos acceso, no están interesados en la verdad sino en el poder y en conservar ese poder.

Harold Pinter

El 10 de diciembre de 2005, antes de internarse por una recaída en su enfermedad,Harold Pinter envió el discurso de agradecimiento del Nobel de Literatura titulado ‘’Arte, verdad y política’’.

Entre poemas propiosy de Pablo Neruda, recordó que:“A EE.UU.le importan un bledo las Naciones Unidas y la legalidad internacional, y tiene su propio perrito faldero, la patética y supina Gran Bretaña”.

También recordó que:“No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente cierta o falsa; puede ser al mismo tiempo verdad y mentira”.

Habló sobre todo de que el lenguaje en el arte “es una ambiciosa transacción, unas arenas movedizas, un trampolín, un estanque helado que se puede abrir bajo tus pies, los del autor, en cualquier momento”.

En cambio, “el lenguaje político, tal como lo usan los políticos, no se adentra en ninguno de estos territorios dado que la mayoría de los políticos, según las evidencias a las que tenemos acceso, no están interesados en la verdad sino en el poder y en conservar ese poder. Para conservar ese poder es necesario mantener al pueblo en la ignorancia, que vivan sin conocer la verdad, incluso la verdad sobre sus propias vidas. Lo que nos rodea es un enorme entramado de mentiras, de las cuales nos alimentamos”.

Y contó la mentira fraguada entre Estados Unidos, Inglaterra, España e Italia para la justificar la invasión de Iraq.”Nada era verdad. Nos contaron que Iraq era una amenaza para la seguridad del mundo. Nos aseguraron que era cierto. No era cierto”.

El discurso siguió demoledor, caústico, vertical.

 Cuando acusó alprimer ministro inglésTony Blair, hice una suerte de malabarismo histórico y quise retrotraerel tiempo y deseé que Mo Mowlam, no se hubiera muerto el 19 de agosto del 2005.

Imaginé cuanto disfrutaría si escuchara las palabras del premio Nobel de Literatura, su compatriotaHarold Pinter.

Me la imaginé, sentada en un pub, bebiéndose una pinta de cerveza, y escuché lo que hubiera dicho aquella aguerrida inglesa que no tenía nada de “patética ni de supina”. Porque Mo Mowlam fue una mujer clave en el proceso de paz en Irlanda del Norte.

Fue la antigua ministra del Gobierno de Tony Blair,que impulsó el Acuerdo de Paz del Viernes Santo en Irlanda del Norte, en 1998.

En 1997, le diagnosticaron un tumor cerebral que no le impidió ejercer su cargo de ministra para Irlanda del Norte durante el primer mandato de Blair.

 Durante 14 años en el Parlamento y mientrasocupó el Ministerio para Irlanda del Norte, logró que unionistas y republicanos se sentaran a la mesa de negociaciones por primera vez en años y firmaran el histórico Acuerdo de Paz de Viernes Santo. Fue una de las figuras más populares del laborismo de Tony Blair, pero dejó el Parlamento en el año 2001 por disentir con él.

Militante del Partido Laborista desde 1969, dedicó los últimos años a una campaña contra la guerra en Irak y a criticar la política “presidencialista” del primer ministro británico, con el que había tenido serios enfrentamientos durante su paso por el Gabinete.

Era una personalidad carismática y franca, que facilitó la rúbrica del Acuerdo de Paz en Irlanda del Norte, el primer paso hacia la paz en la provincia, después de treinta años de violencia.

Blair la alejó porque era popular, mucho más popular que él. Le dio un cargo en el que quedó aparcada tras la estela de éxitos y cariño que cosechó en Irlanda del Norte.

 Pero ella se fue, sin mirar atrás, digna, llana, directa.

 Tocó el cielo con las manos y disfrutó del éxito y el carisma perotambién probó el infierno de las conspiraciones. Y de eso, se fue. De las conspiraciones y las tretas sucias de la envidia,porque: es difícil ser más popular que el primer ministro. “A veces sienta mal”, declaró al periódicoEl País en julio, a media voz, en referencia a un Tony Blair que iba cayendo en las encuestas por primera vez en tres años, mientras ella seguía en lo más alto.

A Mo Mowlam le hubiera gustado oír esto que escribió Pinter: “¿Cuánta gente tienes que matar antes de ser considerado un asesino de masas y un criminal de guerra? ¿Cien mil? Más que suficiente, habría pensado yo. Por eso es justo que Bush y Blair sean procesados por el Tribunal Penal Internacional. Pero Bush ha sido listo. No ha ratificado al Tribunal Penal Internacional. Por eso si un soldado o político americano es arrestado Bush ha advertido que enviaría a los marines. Pero Tony Blair ha ratificado el Tribunal y por eso se le puede perseguir. Podemos proporcionarle al Tribunal su dirección si está interesado. Es el número 10 de Downing Street, Londres”.

Mo Mowlam, fue la ex ministra británica para Irlanda del Norte entre 1997 y1999. Pero en 1998, la espontánea ovación que le dedicaron los asistentes a la conferencia de un Partido Laborista recién estrenado en el poder sorprendió al propio primer ministro, Tony Blair.

Él le hizo un cumplido alabando su trabajo en el Ulster y la sala se vino abajo con el estruendo de los vítores.

La ovación a Mowland duró mucho más que la de Blair.

“La popularidad de la única mujer que ha desempeñado hasta hoy en el Reino Unido una cartera tan conflictiva como la de Irlanda del Norte era indudable, y sus enemigos, inevitables”.

A los 50 años, Mo Mowlam allanó con sus propias manos el camino que hizo posible el acuerdo de paz y logró reunir bajo un mismo techo al principal líder unionista, David Trimble, y al presidente del Sinn Fein, Gerry Adams. Se animó a franquear la prisión de Maze, repleta de paramilitares convictos, en calidad de enviada de Londres.

Su estilo era ese: menos tazas de té en el castillo de Hillsborough que era su residencia ministerial en Belfast y más cervezas en los pubs. Ella no dudaba en entrar en una taberna para tomar una pinta, y por eso la gente la llamaba “uno de los nuestros”.

En medio del proceso de paz, empezó otra inmensa batalla: la lucha contra el cáncer. La quimioterapia la obligó a usar pelucasy tallas enormes.

 Cuando la prensa empezó a reírse de ella, en una conferencia de prensa, salió al paso de las risas y dijo de manera brutal: “Tengo un tumor cerebral, y esto es la radioterapia”.

Era una mujer deslenguada, alegre y ordinaria, que andaba descalza por su ministerio o se quitaba la peluca cuando hacía calor y que sin pelos en la lengua se animó a pedir a la familia real que cediera Buckingham al pueblo, para espanto del hipermonárquico Blair.

Cuando fue desplazada porPeter Mandelson, el príncipe de las tinieblas como lo llamó Ken Follet, pidióla cartera de Sanidad, otro departamento con problemas graves, pero Tony Blair la nombró ministra de Gabinete, y le cortó las alas al apartarla de la gestión de los problemas gubernamentales.

Qué dirá desde el más allá la aguerrida Mo Mowlam si leyera este otro párrafo apocalíptico:

“Al inicio de la invasión se publicó en la portada de los periódicos británicos una fotografía de Tony Blair besando la mejilla de un niño iraquí. “Un niño agradecido” decía el pie de foto. Unos días después apareció una historia con una fotografía, en una página interior, de otro niño de cuatro años sin brazos. Su familia había sido alcanzada por un misil. Él fue el único superviviente. “¿Cuando recuperaré mis brazos?” preguntaba. La historia desapareció. Bien, Tony Blair no lo tenía en sus brazos, tampoco el cuerpo de ningún otro niño mutilado, ni el de ningún cadáver ensangrentado. La sangre es sucia. Ensucia tu camisa y tu corbata cuando te encuentras dando un discurso sincero en televisión”.

Sin duda alguna Mo Mowlam era del bando de los contestarios al estilo Harold Pinter, esa otra cara de la Inglaterra “patética y supina”.

Sin más batallas que librar, no pudieron con ella ni siquiera sus enemigos políticos o sus correligionarios envidiosos. La derribó un tumor cerebral, y murió rodeada de su familia, el 19 de agosto del 2005,a los 57 años de edad, en un hospital al sudeste de Londres.

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