Gustavo Acosta.The Waterfall's Manifesto. Acrílica sobre tela, 54x54 pulgadas, 2022. Cortesía de Lyle O. Reitzel Gallery
“En mi trabajo, he buscado hilvanar una narrativa visual en que la huella urbana humana es protagonista de su propia historia. Sus conflictos y la manera en que estos nos afectan, generan desplazamientos, tragedias o finales felices. Tanto como la conceptualización y exposición de la narración, disfruto (y sufro) el proceso de hacerla. Aprendí a vivir en concordia con las contradicciones que a veces presenta un conjunto de obras respecto a otras, de una pieza determinada respecto a la que le antecede o la que deriva de ella” … (Gustavo Acosta, 2023).
El espacio-mundo en que vivimos, deviene traspasado por la admonición y la carcoma de la desesperanza. Y no creo que sean muchos los que se atrevan a rebatir tan elocuente evidencia. Las ruinas de la euforia democrática y las utopías humanísticas, celebran la resignación colectiva y los rituales hedonistas del Cyborg deslumbrado; las estrategias y deseos efímeros; la autosatisfacción maquinal y el morbo espectacular de una poshumanidad revolcada en su crónica autofagia, en su instante espiritual más gris y desmemoriado.
Ese admonitorio estado de jaque que pesa sobre la subjetividad posmoderna; ese estrés terrorífico, constitutivo, uniforme y uniformador de la condición humana contemporánea, se nos revela como materia etiológica de las 12 obras pictóricas que conforman la atractiva exposición “Manifesto” que presenta hasta finales de octubre la galería Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo en sus remozados espacios del primer nivel de la Torre Piantini.
Y no me refiero a la desilusión y el espanto, revisados como confidencia crítica y muchos menos desde una reductible opción notificadora ya que Gustavo Acosta no es un fabulador de la pesadilla cotidiana ni un airado jeremías del apostrofe sociopolítico en su ejercicio estético. En su caso, más bien estamos ante un poeta, un artista y un pintor en el sentido propio y sacralizado de estas palabras.
En obras como “The Opportunity” (2021); “Wonderland” (2021); “Sahara Dust” (2022); “La amenaza” (2022); “The Nomadic Circle” (2022); “The Waterfall’s Manifesto” (2022); “Conversation” (2022) y “The Metaphor You Were Looking For” (2022), Gustavo Acosta no sólo materializa su percepción de un estado de espíritu omnipresente en nuestro tiempo, situando al espectador ante unos escenarios heterotópicos que operan como refulgencias semióticas o imágenes augurales de los efectos del ecocidio, la distopía social y las postrimerías vitales de la humanidad.
Mediante una dicción plástica personal que fusiona neofiguración expresionista y abstracción geométrica, Gustavo Acosta suscita unos escenarios pictóricos en los que se entrecruzan naturaleza y espacio fáctico; lo real y lo fictivo, resaltando en estas obras la factura rigurosa, cristalina y efectiva del espacio imaginario; la fragmentaria sublimación del signo arquitectónico como resolutorio disparador de una vertiginosa multiplicidad de planos reflectantes y apuntillando siempre con su recursiva resemantización de la huella cultural.
Gustavo Acosta, favorece las atmosferas monocromáticas y las inflexiones tonales matizadas, pero construye y activa el espacio pictórico mediante una urdimbre geométrica y polícroma de escaques que subyacen y estallan en la composición como vidrieras pixeladas; cegadores ventanales o retinas cuadriculadas de modernos edificios que, en obras como “Wonderland”; “The Nomadic Circle” y “The Waterfall’s Manifesto”, actúan como remisivos trasfondos de áreas verdes, cascadas de aguas cristalinas y heterotopías paisajísticas de insólito potencial sugestivo.
Gustavo Acosta, nace en La Habana, Cuba, en 1958. Desde hace más de tres décadas, reside en la ciudad de Miami. Desde sus inicios, su abordaje profundo de las texturas eclipsadas de la afinidad sistémica entre subjetividad y espacio fáctico, más su radical disposición lúdica ante la historicidad, la memoria emocional y las circunstancias cotidianas, devienen factores distintivos de su poética creadora. Densidad reflexiva y alto vuelo poético se establecen como clave de la simetría conceptual, ética y estética que sostiene su obra en este trayecto.
Esta cadencia distintiva, traspasa toda la obra de Gustavo Acosta y él mismo lo declara textualmente: “Mi trabajo es unitario y esas mismas unidades reflejan conflictos y colisiones no ajenas a los extremos que experimenta el arte contemporáneo o a los particulares tiempos en que vivimos” …
Precisamente, vale insistir sobre el contrapunto reflexivo que en su “Manifesto” pictórico designa el hito arquitectónico al operar perpetuamente como tótem supremo de la megápolis posmoderna, tutelando horizontes, arboledas, jardines y bulevares melancólicos; estanques de aguas viciadas; estigmas urbanísticos y fastidios biosféricos de signo antropógeno. Desde luego, el aura especular es pura diafonía ya que su ápice expresivo sólo se nos revelaría a través de la espléndida riqueza plástica y la conmovedora majestuosidad estética que vitalizan la híbrida y lúdica paisajística pictórica reciente de Gustavo Acosta.