El resultado social de los toques de queda y la expresión de la conducta barrial ha puesto en evidencia la cultura popular, el comportamiento social frente a las adversidades: huracanes, ciclones, tormentas, pandemias, huelgas, pobladas, etcétera.
En cada circunstancia el dominicano se comporta con cierta atipicidad, pero dejando constancia del ser social que es, ya sea en su identidad, sus costumbres, sus hábitos y su religiosidad popular.
Desde los inicios de la covid-19, empezaron las peregrinaciones, los elegidos por lo divino para detener la pandemia, para que no entre a tierra dominicana. Meses después, han aparecido letreros guindando en casas: “se cura el covid-19”, “tengo ungüento, jarabe y remedios para el covid-19”.
Son expresiones típicas de las influencias indígenas, españolas y africanas que usaban desde el chamán, las plantas, la brujería y curandero para buscar soluciones medicinales. Después llegó el charlatán y el busca vida, que se alimentan de la ignorancia de las personas.
Durante la pandemia, en todos los países desarrollados y en vía de desarrollo se han presentado conductas y comportamientos de proliferación de insensibilidad, de apatía, indiferencia y de incapacidad para sentirnos responsables del cuidado de uno mismo y de las otras personas.
Duele entenderlo, pero esas conductas de riesgo al contagio, de negarse a usar mascarilla, de romper con el toque de queda, desafiando a la Policía y exponiéndose a toda conducta y riesgo de infectarse y morir, habla de esa insensibilidad social, pero también deja expresada la falta de educación, del estilo de vida riesgoso, excluyente, desafiante, de desesperanza aprendida y de indiferencia en que han vivido por décadas las personas de los sectores marginados, informales y de vida en S.O.S, debido a las carencias de servicios y de normativas sociales.
Sin embargo, el cerebro y las recompensas cerebrales de circuitos que estimulan a las personas a las gratificaciones cortoplacistas: compras, bebidas, comidas, conductas socializadas, ocio, encuentros, bailes, música, etcétera, configuran las conductas y comportamientos sociales de las personas y del gregarismo social dominicano.
O sea, el aprendizaje posmoderno ha conquistado los hábitos consumistas, del confort, de la necesidad de notoriedad, de visibilidad, de ser noticia, y del narcisismo social, de la que los humanos no han podido confrontar dados los niveles de distracción y de alineamiento ideológico y de influencia sociocultural.
La cultura popular es la que se vive y se ha vivido antes y después de la pandemia, logrando, para mal, que el desafío irresponsable e insensibilizado sea el que exponga a tantos dominicanos al aumento de contagios, de muerte y de colapso del sistema sanitario.
Las clases altas y medias poseen otras alternativas de distracciones y de distanciamiento: casas de playa, montaña, lugares de retiros que le permiten disfrutar y mejorar el estrés de la pandemia.
Aquellos sectores excluidos y marginales, el escape sigue siendo el colmadón, el barrio, el juego, el encuentro, la calle y la vivencia de una cultura del sincretismo, que se niega o se autoengaña para entender los riesgos psicosociales y de salud a los que queda expuesto.
El desafío al toque de queda, a la policía y a cambiar los patrones conductuales, se hace resistente y disonante debido al sistema de creencia que no lo desmonta la Policía.
El policía es parte del barrio, en condiciones normales, vive y practica las necesidades y carencia de la sobrevivencia del barrio: peaje, empeño, préstamo, el fiao, el trueque, el negocio, la complicidad, el silencio, el dolor, la desesperanza, el sufrimiento, el goce, la chercha, el entretenimiento, etcétera.
Es evidente aumentar los toques de queda, más restricción, más información y más mensajes que sensibilicen y comprometan a la solidaridad, junto a las ayudas sociales y económicas del Estado y sector privado. Ahora se reproducen las patologías sociales de la pandemia: individualismo, insensibilidad, falta de altruismo, resentimiento social, indefensión social, desesperanza y desmoralización con desesperanza.
Las medidas sanitarias, la protección social y la cohesión social hacia los grupos más vulnerables y de manera sostenida tendrían que ser las normativas del nuevo Gobierno.