Ser varón solía tener bastantes riesgos y desafíos
El mundo actual tiene tendencia a ser “nini”. Se disfruta la fácil comodidad de lo disoluto; lo que equivale a no tener definición ni identidad y, por tanto no tener, aparentemente, conflicto con nada ni nadie. Pero que, por otro lado, carece de futuro, puesto que carece de compromiso y proyecto propio. Como líquido disuelto en el río.
Crecer y “ser” sin saber quien uno es, ni qué propósito tiene su vida, suele resultar lo peor.
Ser varón solía tener bastantes riesgos y desafíos. Desde establecer dominio territorial en el barrio, hasta decidir quién sería el candidato a una muchacha y, peor, temblar ante la idea de que ella te descalificara como pretendiente. Un drama adolescente que desemboca en maltrato a la mujer y otras degeneraciones.
Hasta un gesto de rechazo, una mirada de desaprobación puede destruir un sueno, y dañar un proyecto de identidad individual. Contrariamente, frases estimulantes, de los padres, de individuos del grupo o del otro sexo, inclinan a tipos de respuestas conductuales más aceptadas.
La batalla por la definición del sexo comienza temprano en casa, con el desempeño de papá y mamá en respectivos roles.
El solo aprender a asumir un castigo o una responsabilidad es un proceso complejo, y que el castigo es menor si dices la verdad y te reconoces culpable desde el primer momento. Cuesta ganarse una palabra edificante a la condición de varón, cada desafío “a los puños”, aprender que dar la primera cachetada era lo más seguro, visible y recordado de la trifulca.
Cada rasgo de varón suele ser ganado pelo a pelo, palmo a palmo. Nadie te los regala. Y la chica conquistada cuesta esfuerzo, incertidumbre, sufrimiento. El conflicto entre ser un buen muchacho y ser desleal al grupo, exponerse a la exclusión y al bulín.
También hay personas que no pudieron o no supieron optar libremente ser varón o hembra, que han descolado y hacerse respetar, y que nadie tuvo queja ni conflicto con ellos. Mujeres sensuales y liberales, que han desarrollado su capacidad de gustarles a todos, que tan solo procuraban elevar su autoestima.
Hay cierta tendencia a un mundo “nini” en que las libertades y las alternativas son demasiadas; y a muchos les perecerá tonto desperdiciar tanta diversidad y diversión, de experienciación y experimentación.
Quieren al menos saber de qué se están perdiendo. Y muchos se hacen disolutos, se disuelven en la diversidad.
Contrariamente, tan solo dedicarse a perseguir una vocación suele ser una elección que compromete y obliga a deslindar, a definir parámetros e ideales. A revisarse constantemente.
Muy distinta es una personalidad amorfa, sin vocación ni compromiso con los demás y sin verdadero fundamento en la naturaleza y cultura propias de la especie, familia y nación.
Una cosa es una diversidad enriquecedora y otra distinta es la degeneración, la disolución que prohíjan leyes y costumbres laxas, relajadas, diluidas; de dudosa vocación de servicio a otros, a la comunidad. Que más bien amenazan la convivencia y las posibilidades de sobrevivir del grupo o nación.