Es lógico que quien se inscribe en un partido busca trabajar para hacerse de un espacio que lo pueda llevar a una posición dirigencial para de ahí pasar, en el caso de un triunfo electoral, a ocupar un cargo público. Eso es comprensible y legítimo. Lo que no es justificable es que quienes llegan al poder, van a resolver sus problemas personales o familiares dejando de lado el compromiso que tienen con la sociedad y el grueso de los electores.
Esa es la tendencia dominante entre los políticos del patio, y por ello se aferran contra vientos y mareas a la posibilidad de ser escogidos candidatos a los puestos electivos de excelentes remuneraciones e influencias.
Ese afán es tan voraz que ha provocado crisis internas entre los miembros y dirigentes de los principales partidos del país creando una situación de transfuguismo político pocas veces visto en la historia dominicana.
La disciplina partidaria fue enviada al zafacón y los organismos de dirección de las entidades políticas han manejado con torpeza situaciones que de por sí resultan conflictivas como es el caso de la alcaldía de Santo Domingo Este.
Esto en lo que concierne al PLD porque es el partido que domina esa plaza y se considera heredero natural de la misma sin contar con que la alianza PRM-Partido Reformista pueda aprovechar el conflicto interno y salirse con la suya.
Los resultados electorales de mayo pueden traer varias sorpresas y más cuando se ha denunciado una lucha sin cuartel entre leonelistas y danilistas en el seno del PLD que ha provocado el apoyo a candidatos ajenos al partido.
Todo puede suceder en esta selva política.