A partir de las pruebas Trinity en nuevo México y, las detonaciones en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki; el miedo más generalizado se les tiene a las armas nucleares por su capacidad de destrucción a gran escala. Sin embargo, en el mundo al que asistimos hoy las ojivas nucleares solo son para intimidar y tener influencia estratégica. Pero, como contrapeso a la era de la información y al liberalismo democrático, la verdadera arma de destrucción masiva y asesina colectiva de cerebros es la posverdad. Con la cual, “un trending topic como dice el filósofo británico A.C. Grayling; tiene el mismo peso que una biblioteca entera”.
Orígenes de la Posverdad.
A pesar de que el concepto de posverdad aparece por primera vez en 1992, de las manos del dramaturgo y novelista serbio-estadounidense Steve Tesich, existen abundantes y antiquísimos vestigios de la misma desde la antigüedad. Partiendo de que la posverdad no es Fake news, sino; una realidad subjetiva y sistemática que en el fondo carece de sustento real. En virtud de ello, la búsqueda de la verdad y las manifestaciones contra la construcción inverosímil de la misma; fue abordada por los antiguos filósofos griegos Sócrates y Aristóteles. Y, Platón con mayor profusión y claridad advirtiendo sobre el gran peligro del saber equivocado.
En ese sentido, la primera y más importante exteorización de la posverdad fue, la fabricación metódica y generalizada de que los antiguos monarcas y gobernantes; su omnipotente poder se originaba en los designios y voluntad de los dioses. Asimismo, la creación y vinculación del individuo con los tótems en la búsqueda de dar respuestas a fenómenos desconocidos. Y, el famoso lavado de manos por parte de Poncio Pilato auto-exculpándose por la crucifixión de Jesucristo al mismo tiempo que ordenaba su muerte; son de las primeras manifestaciones de la posverdad. En efecto, es probable que parte de la historia antigua no sea más que pasquines.
Instrumento de las Guerras.
El ex senador de california Hiram Johnson externó las irrefutables palabras de que, “en una guerra la primera gran víctima es la verdad”. Por tal razón, desde las primeras conflagraciones la posverdad ha sido el instrumento primigenio para la articulación de retóricas prefabricadas; que han permitido manipular a los ciudadanos. Verbigracia, la explosión autoinfligida del acorazado USS Maine para declarar la guerra a España en 1898. La inercia para impedir el ataque a Pearl Harbor, cuando ya se sabía de la inminencia del mismo dos días antes a través del código purpura. Y, la globalización del concepto de Guerra Fría desde 1945; cuando en realidad ambos bloques propiciaron la muerte de 30 millones de personas en guerras periféricas.
De igual forma, después de la reconfiguración del ajedrez geopolítico tras la caída del muro de Berlín; se redefinió la doctrina de seguridad nacional. Y, con ella se articuló una prolífera canasta de neologismos asociados a la posverdad, que van desde la salvaguarda de los ciudadanos de EE.UU., la lucha contra el yihadismo, contra las dictaduras y con la promoción de la democracia; cuyos únicos objetivos finales fueron, son y serán, la justificación de intervenciones armadas como los casos de tormenta del desierto, libertad duradera, libertad iraquí, la primavera Árabe; la guerra en Siria y la estratagema que se está desarrollando en Venezuela.
Elemento Esencial de la Política.
Es una realidad insoslayable, que el acceso al poder y los cambios estructurales desde una perspectiva sistémica como estableció el politólogo canadiense David Easton; en el mundo en que vivimos tienen como condición sine qua non el ejercicio de la política. Empero, con la exuberancia de la posverdad manifestada en el Brexit, en la campaña y gobierno de Donald Trump y el despliegue en el conflicto venezolano, no nos queda otro camino que parafrasear al gran Winston Churchill y decir que. “en la guerra de la política la verdad es tan preciosa; que debe ser protegida por un guardaespaldas de las mentiras”.
Dentro de ese contexto, la posverdad se ha convertido en la amenaza más mortífera de este siglo. Toda vez que, el ejercicio de la política como profesión y el propio liderazgo global; tienen una carencia de credibilidad de niveles tan graves, que hoy es más fácil que los políticos se puedan robar el presupuesto entero de un Estado sin que el pueblo se entere; antes que ese mismo político pueda convencer a los ciudadanos de que no les robará. Por eso, es que vienen incrementándose los llamados Outsider de la política. Y, hemos retrocedido a los discursos fascistas en campañas electorales; concomitantemente con la mitificación de Joseph Goebbels.