Si «vox populi» es «vox dei» porque se exprese en urnas o a través de encuestas de reconocido crédito, la nación permanece institucionalmente dotada para la selección cuatrienal idónea de los administradores del Estado con una Junta Central Electoral equiparada a los de otros cuatro organismos similares de la región que tienen ganada a toda prueba la confianza de sus pueblos: Chile, Uruguay (llamado la Suiza de América), México y Costa Rica. Latinobarómetro, que mide con estricta ética el desarrollo de la democracia y la economía conjuntamente por estos lares, certifica que superando tropiezos, sordideces e inmadurez el país ha avanzado en consultar con fidelidad la voluntad popular, perfeccionamiento que hace declinar los desparpajos de no aceptar derrotas creando crisis artificialmente. Progreso al que ha contribuido mucho el propio electorado con civismo y claridad de mandatos que han venido haciendo innecesarias las segundas vueltas. Queda reconocido también un óptimo nivel de transparencia en los pasados procesos aunque contra la solidez y permanencia de estos convenientes resultados obran vicios por superar: El dinero sigue crecido en importancia en las luchas partidarias para seducir votantes con perversidad. Un inmoral poder de compra que demostradamente ha servido para que individuos de sombríos intereses asciendan a representatividades y ejercicios de funciones públicas.
Los mecanismos para evitarlo desde la imparcialidad y probidad de los arbitrajes correspondientes han tenido recortadas sus facultades y medios para la vigilancia y sanción acorde a la magnitud de inobservancias y delitos electorales. Además, ha ocupado mucho espacio en campañas electorales la retórica falsificadora de la realidad, la demagogia con demasiado libertad para que manipuladores apelen a «prejuicios, emociones, miedos y esperanzas» para ganar apoyo ciudadano porque la ambición política tercia con poco contrapeso de críticos y edificadores de opinión independientes (que los hay) que defiendan más contundentemente la verdad con vigorosa presencia en los debates como ocurre en las democracias mejor vigiladas de otros lugares del mundo donde existe la valentía mediática y de sociedad civil que desmiente y refuta los pregones que ostensiblemente traicionan los hechos.