El ministro administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, está compelido a defender su reputación hasta con la vida si fuere necesario. Por eso ha incoado dos demandas: una por difamación y la otra por injuria en los medios de comunicación, ambas contra Leonardo Faña, dirigente agropecuario del opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Muchas cosas dependen de la reputación, considerada la piedra angular del poder. Dice Robert Greene, autor del clásico texto histórico político Las 48 leyes del Poder: “solo a través de la reputación se puede intimidar y ganar; una vez que se pierde, sin embargo, uno se vuelve vulnerable y blanco de ataques por todos lados”.
Y si la oposición lograra destruir la reputación de Peralta, hombre de confianza del presidente Danilo Medina, tal y como ahora pretende el PRM con la denuncia temeraria de Faña, asestaría un duro golpe político, a la ética y a la moral del jefe de Estado y al partido de gobierno.
La carta de presentación de Peralta al ingresar a la política desde la precandidatura de Medina es su nombradía, su reputación empresarial sustentada en la leal competencia, el pago de impuestos y el desarrollo nacional.
No es mera coincidencia que la acusación de Faña ha sido lanzada paralelamente al caso de los sobornos de Odebrecht, y revive la vieja escuela del descrédito personal contra miembros escogidos del gabinete para golpear la cabeza, al mandatario, con fines netamente electoreros. Pero la difamación descarada y el insulto son demasiado fuertes a estas alturas del quehacer democrático dominicano, “pues”, como advierte el autor citado, “es algo sucio y puede terminar haciendo más daño que bien”. Un boomerang. Sostengo que la reputación de Peralta es sólida, que el PRM y Faña no se saldrán con las suyas.