Después de una votación masiva, bajo riesgo, de espíritu democrático, ha quedado la resaca electoral al estilo dominicano. Aun se cuentan votos para los diputados, discusiones, alteraciones y delitos electorales denunciados en cada provincia.
Las resacas evidencian su propio malestar, pero cada una tiene síntomas y signos diferentes. Existen resacas por consumo de sustancias psicoactivas, financieras, políticas, por conflictos y pos-electorales; sin embargo, la peor es la resaca moral.
Ahora, después de las elecciones cada partido, cada candidato vive su propia resaca. La vergüenza se vive o se siente en la medida que está integrada en la personalidad. La valoración y el juicio crítico impone que cada partido con dos dedos de frente, reflexione e identifique los síntomas e indicadores que lo llevaron a la exclusión total de la ciudadanía: PRSC y PRD.
Después de ser partidos mayoritarios, de vocación y apetito de poder, han pasado a ser partidos sin identidad, sin conexión, sin legitimidad, sin voz y sin propuestas. Más bien, son atajos políticos o partidos bisagra o pequeñas empresas de bienes raíces políticos, donde se refleja y se practica el espíritu mercantil de la política.
Por décadas fueron partidos del sistema populista, que teniendo orígenes diferentes e historias diametralmente opuestas, terminaron pareciéndose como si fuesen hermanos gemelos. Con la desaparición de sus líderes fundadores, el relevo político se fue de resaca en resaca, para terminar sin identidad política, sin ideología, sin proyecto y sin creatividad.
Aprendieron a vivir en el confort, en el cortoplacismo y la autogratificación que da el poder; aunque la resaca moral hace años que le venía diciendo que la ciudadanía, ni los pequeños grupos que participaban, tampoco les creían o le seguían por convicciones y, mucho menos por conciencia política.
El modelo permisivo electoral, la falta de institucionalidad sin consecuencia le fue haciendo daño a una partidocracia que se acostumbró a hábitos clientelares y al parasitismo político. Tanto el PRD como el PRSC tienen su resaca electoral, de no cambiar sus hábitos políticos (para no decir mañas) seguirán destinados a buscar y conformarse con migajas, con sed de hambre y servir como puente, pero no como vía, objetivo del que desea alcanzar el poder para transformar o transformarse.
La resaca electoral dura semanas, meses y hasta años. Le corresponde a cada partido buscar sus pérdidas, sus éxitos y sus triunfos. Con los años hemos vuelto al bipartidismo: PRM y PLD; dos partidos del sistema con programas diferentes, estrategias diferentes, pero de centro derecha los dos. Cada uno salió del aguerrido y combatiente PRD, para las conquistas democráticas, la justicia social y el desarrollo de los más excluidos.
El PRM logró el poder a menor tiempo, con militantes más jóvenes, y asumiendo una participación más empoderada con los temas nacionales, logrando conectar con la clase media, media baja y los de la pobreza acumulada. Prefirió el PRM ser oposición, no puente ni bisagra, para asumir por si solo su aspiración político-social.
El PLD creció y se conformó como un partido de liberación nacional, de centro izquierda, democrático, de militancia comprometido con las necesidades nacionales e internacional. Su método de lo general a lo particular, de la calidad a la cantidad, de organismo, del centralismo democrático, la unificación de criterio y de la minoría se acoge a lo que diga la mayoría a través de los organismos.
Con el tiempo, se convirtió en una maquinaria de poder, corrompió sus métodos de trabajo, abandonó los organismos, centralizó el trabajo político en su única dirección: el comité político, de donde se fomentó el grupismo, las diferencias y las tendencias.
Terminó dividiéndose, alimentando las actitudes emocionales negativas, la maledicencia y el divorcio de una sociedad que termino faltándole el respeto, negándole los espacios y la conexión de los procesos sociales, para convertirse en un partido de centro derecha, conformista, egocentrista, unipersonal y antidemocrático.
La resaca moral debe reflexionar a los grupos pequeños, a todos los partidos que han quedado por debajo y por detrás de una nueva ciudadanía positiva, empoderada, participativa y demandadora de compromiso social, de bienestar y de inclusión social.
La resaca electoral, puede enseñar y deja lecciones para los que desean cambiar sus hábitos o seguirán borrachos y sin saber qué rumbo tomar. La crisis de los partidos políticos es evidente, y eso, debilita la propia democracia. Ahora resulta que la sociedad está por encima de su liderazgo y del sistema político clientelar.