(o La lírica mística en las letras dominicanas),
de don Bruno Rosario Candelier
La sabiduría sagrada, de don Bruno Rosario Candelier, recoge estudios minuciosos de modelos de poesía mística cultivados en nuestros horizontes. Es acto de devoción por la creación eminente; concretamente: acto de amor por la producción trascendente de facturación isleña y vocación arcana que podría acoplarse por sus proporciones con las escrituras universales.
La mística ha sido tema de interés permanente en la trayectoria investigativa, reflexiva y creativa del autor de este libro, un ensayista, filólogo, narrador, promotor cultural, retórico y crítico literario que por su conocida y laureada trayectoria humanística no precisa mayores presentaciones entre un público educado o cultivador de las letras.
No existe otra figura en las letras nacionales que haya puesto tanta atención a esta actividad (o pasividad) suprema del espíritu, concesión divina; aseveración que puede corroborarse con una hojeada de recapitulación a sus libros anteriores, en los que la aludida disciplina merece especial distinción. En Metafísica de la conciencia (publicado en 2016, pág. 216) don Bruno categoriza: «…la vivencia más profunda es la experiencia mística»; a seguidas aclara: «ese nivel de la espiritualidad no se elige, sino que llega por un don divino que implica una relación más profunda con la trascendencia por cuanto entraña una relación del sujeto contemplativo con la Divinidad».
Como se ve, para don Bruno Rosario Candelier el estudio del fenómeno místico es el análisis de experiencias que atañen a altas instancias del espíritu. La mística se revela Forma superior por ser dispensación de la Perfección Suma que al hacerse perceptible se entrega trasmutada en objeto de arte, arte apenas trasmisible en su puridad por las capacidades humanas pero que aun así resulta arrobador y hermoso por contener la excelsitud residual que alcanza retener la fracción fidedigna de lo magnificente. Esta hermosura implica por vía causal una emoción estética, que plasma a su manera el artista y ofrece al observante, y que sirve de guía al indagador, quien busca recomponerla por procedimiento inverso.
Tal indagador, tal investigador, caso de don Bruno Rosario Candelier (quien podría inquirir también por procedimiento personal-comparativo, dada su alta sensibilidad y proclividad a este advenimiento metafísico), se muestra sensible a los encantos estéticos, mas no se conforma con la apreciación o la experimentación de los estremecimientos en su aspectos ornamentales y estructurales, sino que busca en ellos las conexiones que tales sacudimientos interiores pudiesen tener con el ineluctable principio generador: inmanencia suprema que organiza el Cosmos y lo mantiene en unicidad variante, nódulo en que se consubstancia el fin con el origen y que constituye el infinito motor de las perplejidades humanas.
…Es la constante búsqueda de la sagrada sabiduría, de su comprensión ya racional, ya irracional por y para los mortales, incitadora de espíritus superiores (la han hurgado con ansiosa pasión desde el umbral de los tiempos aun cuando ante tan resuelta y obstinada propensión esta sabiduría pueda jactarse todavía de permanecer intacta en sus secretos intrínsecos); búsqueda de lo indecible, de lo incontestable, de lo maravilloso…
Importante sería destacar la visión filosófica dentro de la indagación teológica, la apertura —ausencia de prejuicios— del exégeta al permitirse la aceptación de la sustanciación divina desde los distintos puntos de vista en que la humanidad se la plantea. Los poetas aquí reunidos profesan formas disímiles de acercamiento a la divinidad, contestes con tradiciones casi todas milenarias. Las perspectivas: católica, neoplatónica, hindú, budista, hebrea, teosófica, bíblica, sufí, pitagórica, animista, taoísta y precolombina, según las organiza el autor en las palabras introductorias, encuentran solidaria aceptación, no como excluyentes la una de la otra, sino como posibilidades paralelas o complementarias en un universo de exploración. La lengua de Dios tal vez sea ininteligible para los hombres, que para su traducción aproximativa urgen series palmarias de arquetipos y símbolos que eventualmente dan pie a la institución de mitos, creencias y religiones.
Así ha sido también para las artes: la escenografía —por lo demás nada original— de Dante en el ultramundo no es sino representación utilitarista ante la gnosis elemental del torbellino de mortales (allí el mal corresponde al infierno; el bien, al cielo; el purgatorio… a ese tránsito doloroso…, ese puente flotante entre el pecado y el cabezal de la expiación); en Bunyan, el progreso del peregrino es sueño novelado, ficción escolástica. Con ese carácter simbólico y prototípico construye don Bruno Rosario una malla implícita/virtual en que interseca la diversidad proposicional, creando zona de empalme en que deja medrar su concepción de los llamados «efluvios de la trascendencia», de los que acierta aclarar: «…la Biblia registra con el nombre de “edén”, Platón llamaba “mundo ideal”, Jesús de Nazaret denominaba “reino celestial”, Pablo de Tarso identificaba como “tercer cielo” y Francisco de Asís llamaba “paraíso”, cuyas vivencias canalizan los poetas en su creación teopoética».
Lo dicho precedentemente pone de manifiesto, además, una voluntad fundacional por parte del autor. En su enjundiosa labor hermenéutica —que, en este texto, la sabiduría sagrada, se aplica a trabajos literarios centrados en la experiencia mística— nos deja entender que moldea percepciones nuevas o da sentido inédito a vocablos por él usados o reusados; o que se distancia al menos en lo prudencial de los pareceres semánticos de críticos como Bernard Sesé o del corpus teológico de las iglesias ortodoxas… Si la teoría de los efluvios trascendentes responde debidamente a esa voluntad fundacional, el énfasis definitorio que se desprende en: «Llamo prologeia al circuito interior de la mente que atesora el logos de la conciencia…», y «…denomino protolegma a las voces que formaliza la creación teopoética», no responde a menos. En «Llamo Numen al caudal de la sabiduría espiritual registrada en los archivos cósmicos…», y en «Llamo Nous al caudal de la sabiduría sagrada registrada en los archivos celestiales» se reafirma el gesto de voluntad inaugural, o marca el interés de fijar con claridad inconfundible sus presupuestos teóricos para entendimiento cabal de su sistema de consideraciones.
Estos ensayos del doctor Rosario Candelier propenden a despertar en el lector la conciencia de la razón cual si fuese razón de la conciencia. No es pueril juego de palabras, sino cognición axiomática de ascendencia divina que reclama la necesidad de orientarnos en actitud identificadora con cuanto nos rodea, y reconocernos como partes interrelacionadas de un Todo superior que nos constituye, nos mueve… y adhiere a nosotros finalidades de las que no siempre giramos apercibidos. Hay quienes tienen la sensibilidad y el desarrollo de conciencia suficiente para entender y rendirse ante la verdad profunda de este virginal postulado. Aquí, en este libro, son los poetas místicos, que alzan a lo divino los palpos de sus intuiciones, convirtiéndose así en canales de dispensación de sabiduría sagrada para una humanidad bullente que no siempre muestra disposición de menguar la cerrilidad de sus oídos. Nos tienta agregar: No solo el hombre; todo cuanto existe (un astro, un río, una idea, una aldea, una piedra…) ha sido hecho a imagen y semejanza de la Divinidad, por lo que el todo reclama identidad total en la esfericidad eterna de los atributos de la Gracia, conocimiento que haría jubilosa la vida sobre la tierra y, si no inexistentes, al menos significativamente amainadas las pugnas que desprendidas del egoísmo humano se dirimen con reglas de «derecho» (humanis legibus) que irónicamente desregulan las relaciones de la Naturaleza entre los seres racionales.
(He escrito Naturaleza en el párrafo anterior con letra inicial mayúscula… para indicar relación divina, porque ¿no podría ser la Divinidad en sí la propia Naturaleza?, en cuyo caso nos forzaríamos a considerar como meramente imaginarias las cuestiones sobrenaturales; es como decir —ya ampliado el concepto vulgar de naturaleza—: lo sobrenatural revestido de realidad en tanto constituye ente hipotético presente y corporizado dentro de las lindes de la razón originaria.)
Estos ensayos del doctor Rosario Candelier propenden a despertar en el lector la conciencia de la razón cual si fuese razón de la conciencia.