Cientos de personas socializan o dedican más horas al día en sus trabajos que en sus propias casas; a veces, existen los que se llevan parte de su trabajo para sus casas, y siguen con la carga laboral. Mientras otros trabajadores pueden continuar trabajando en sus mentes, organizando respuestas, o preparando objetivos y alternativas de trabajo durante su descanso o su fin de semana. Es decir, el trabajo puede incidir en el sueño, el estado de ánimo, ser reproductor de estrés, de ansiedad, de nerviosismo o de bloqueo mental. Pero también, puede ser un indicador de insastisfacción cuando existe un ambiente laboral caótico, estresante, conflictivo, de acoso o de hostigamiento y de mucha tensión, donde el empleado se siente perseguido, maltratado, desconsiderado y no valorado por el supervisor o “jefe” inmediato, o el coordinador de algún proyecto.
Ese estrés sostenido por mucho tiempo, genera un desgaste laboral, una desmotivación, falta de productividad, bajo desempeño, merma la creatividad y se convierte en un ambiente tóxico, donde todo el personal, desde el que demanda el servicio, el trabajador, los supervisores y técnicos medios o altos, sienten el agotamiento emocional, de tener que sobrevivir en “ambiente de guerra”, de hostilidad, de control y de acoso en diferentes direcciones.
Las personas se enferman y mueren según el tipo de trabajo que realizan, debido a que un trabajo estresante, impacta al cerebro, al corazón, al estómago, al factor inmunológico, el sueño, la calidad y calidez de vida de una persona. Un estrés laboral crónico, impacta la salud física y mental, o sea, aparecen las migrañas, los dolores musculares, las gastritis, la hipertensión emocional, el trastorno del sueño, etc; todo esto por el aumento del cortisol, la adrenalina, las hormonas y los neurotransmisores cerebrales, que someten a los órganos a cambios de alta tensión que les afecta y les enferma. Sin embargo, también altera la salud mental: frustraciones, desmotivación, depresión, trastornos de ansiedad, trastorno psicosomático, falta de concentración e impotencia. Literalmente, de un ambiente laboral caótico, las personas desean “huir” “escapar” “luchar” o “sobrevivir” frente a las adversidades a las que están expuestas y a los riesgos de su salud mental.
Hoy sabemos que hay que aprender a gestionar el estrés, las malas prácticas y las energías negativas que se viven en un ambiente laboral tedioso y desarmonizado. Pero lo más peligroso, es cuando el maltrato es sostenido, planificado y organizado con maledicencia, donde se busca debilitar o dividir; o sea, usar la política del descredito, el chisme, o los golpes bajos, frente a quienes se perciben como vulnerables.
Los daños colaterales de un estrés laboral son: un trabajador desmotivado, con pobre identificación con la empresa o institución, pobre desempeño y baja autoestima, ausentismo laboral, distanciamiento, desapego y falta de sentido de pertenencia en el equipo; debido a que las desigualdades en el trato, genera división, “los unos y los otros”, los preferidos del “jefe” o los que son valorados no por productividad, buen desempeño o preparación académica, sino por sumisión, amiguismo, favoritismo o acomodarse o ser indiferente frente al maltrato.
La estrategia frente al maltrato o estrés laboral crónico, es enfocada con el Departamento de Recursos Humanos de la empresa, con los coordinadores o facilitadores que tengan madurez, equilibrio, inteligencia emocional o social, para que aporten soluciones, salidas inteligentes y armonicen las diferencias; para que el empleador y el empleado puedan convertirse en ofertadores de servicios de alta calidad, de los buenos tratos y de sana compasión y reciprocidad.
En la teoría del caos, pierden todas las partes, el maltratador como el maltratado, debido a que los pensamientos y las emociones que se invierten para hostigar un proceso o planificarlo, afecta la corteza prefrontal, mantiene activadas las amígdalas cerebrales, el hipotálamo y las hormonas en alta intensidad afectando al cuerpo humano; peor aún, pone en evidencia las actitudes emocionales, el tipo de personalidad, la falta de altruismo, de reciprocidad, de compasión o de salud mental de los actores que regulan las políticas laborales en la empresa.
El ambiente de convivencia laboral pacífico, de tolerancia, de respeto y de cultura de buen trato; son los que estimulan, ayudan a crecer, aumenta la productividad, estimula el compromiso, ofrece mayores oportunidades, favorece la armonía y felicidad de todos. Para un ambiente laboral nutriente y oxigenante, donde las personas se sientan valoradas, hay que trabajar los indicadores de la salud mental laboral.