La Policía Nacional, con sus defectos y sus virtudes, que las tiene, es un reflejo de nuestra sociedad. Ante los últimos hechos de violencia ejercidos contra ciudadanos apresados y esposados, como en el caso de David de los Santos, se ha querido satanizar a la institución y meter en el mismo saco a todos sus miembros lo que considero injusto para una oficialidad académica que a pesar de los obstáculos se esfuerza cada día para que las actuaciones de la institución se ajusten a las normas y reglamentos que la rigen.
La tarea no es fácil porque los vicios y distorsiones de la denominada institución del orden, vienen desde su misma fundación en el año 1936 cuando fue creada por la dictadura de Trujillo como un órgano de represión y control de la población civil. Luego de la dictadura los políticos que se adueñaron del poder la usaron a conveniencia en la persecución y crímenes contra sus opositores políticos destacándose, en ese sentido, el presidente Joaquín Balaguer.
Debemos cuidarnos de no descalificar a la Policía, por la actuación de algunos de sus miembros, y apoyar los esfuerzos que se hacen desde el Estado para la aplicación de una reforma que se torna impostergable para la ciudadanía.