POR CARLOS FRANCISCO ELÍAS
Nadie nos va a descubrir el sol, a nuestros años, pero todavía hay cosas sobre la tierra, que aún pueden conmovernos, en ese momento el cine se convierte en un brillante refugio, abre puertas imaginarias en la cómplice oscuridad de la luz en imágenes, apenas eso hoy nos queda.
Se encuentran en el cine suficientes ideas críticas para aprender de ellas, para entender que estos próximos 4 años de La Muestra, el tino y la inteligencia deben estar presente, que no se convierta en un fósil oficial sin aire puro que respirar, porque nuestro modelo en años pasados, a pesar de nuestras batallas públicas, no ha sido el peor: tratamos de unir en aras de la exhibición de mejores películas cada año, sector privado con sector oficial, como fórmula para sobrevivir en una labor benévola, que solo la pasión sombreada por el cine ha podido compensar…
Creo que ese espíritu no se debe perder, es cierto que la Muestra ha logrado agrupar a especialistas y entusiastas emergentes con calibre de organizadores netos y delirantes, es cierto también que en un momento determinado, si existe una oferta seria, por las convicciones y la experiencia de esa organización, prestar una ayuda seria al Estado para crear un Complejo Fílmico, al margen de la Muestra de Cine, creo que es válido.
Son retos individuales, que las polémicas sobre lo que había que hacer con las instituciones´cinematográficas ha convocado.
En otras palabras, es el momento de empujar con las mejores ideas y el mejor esfuerzo el vector del cine de la República Dominicana, quienes para ello nos formamos debemos responder y que la Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo, forjada el calor de un trabajo arduo y decidido siga su camino pleno de calidad ascendente, formando un nuevo público importante para los años por venir: porque esta labor no admite sectarismos, siempre y cuando en el camino haya seres cuya pasión y fe en el cine los lleve a saltar mezquindades y especialmente: politiquería barata, huera, torpe, basurera…
En 6 años la Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo ha dado un ejemplo en la República Dominicana, de que el asunto de la constancia, tiene que ver también con el conocimiento, el desvelo y altas aspiraciones.
A pesar de nuestras deficiencias, porque son muchas y las hemos tenido, ha quedado claro al público y a nuestros patrocinadores, que hemos cumplido con las metas propuestas: crear un espacio en la cultura dominicana donde el buen cine represente un instrumento del pensamiento, las ideas, la estética el conocimiento y la diversión. La falta de medios en cierta medida, nos ha arrinconado y otros proyectos que la Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo debió desarrollar, a estas alturas, no han sido posible, no por falta de visión , sino por falta de medios suficientes.
En la revisión de nuestros 6 catálogos, solo los títulos de las películas, de casi todos los continentes, han mostrado una noción de la actualidad más palpitante y el embrujo fascinante de que el cine nos obliga a conocer otros mundos, nos encamina hacia otras latitudes, invitándonos a entender un mundo tan convulso, a partir a veces de sus personajes más conspicuos y extraños.
Muchos cineastas han entendido y calibrado las necesidades humanas de tiempos dificiles, muchas películas, ficción de carne y hueso hecha visible pero no tangible, nos han señalado con arrojo y ternura las razones de por qué debemos seguir creyendo en nuestra especie, balsamo de utopía para navegar entre las barbaries que acechan.
Si hoy mundialmente manifestaciones culturales como la Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo, tienen tanto éxito en muchos puntos urbanos del globo terráqueo, se debe a que concentran un tipo de cine que quiere que la humanidad se confronte consigo misma y sus virtudes, consigo misma y sus miserias, consigo misma y sus dobleces, consigo misma y los dramas de una civilización , la contemporánea, que pareciera agotarse en sus instancias institucionales de categoría internacional, quedando nulas, a veces, todas las iniciativas humanitarias que pudieran señalar la afectividad feliz de un incierto sendero de reconciliación.
Este cine, el que defendemos, no tiene tiempo para pendejadas de dragones cuyos ojos son relámpagos artificiales en cuyos reflejos el miedo en la sala es un delivery inmediato, encadenado, truculento, no hay tiempo.
Este cine que defendemos, tiene las bellas fuentes y aguas de los fundidos de Tarkovski, aquella luz entre mortecina y dulce que pide piano ( troppo piano ), donde rostros y espacios nos invitan a pensar y desear otras formas posibles de relaciones entre la gente.
No hay tiempo, en este cine, para esos borbotones de sangre inútil, que andan por las pantallas del mundo empapando inocentes camisas blancas en la terrible oscuridad de pantallas manchadas por la ignorancia, donde la cátedra de lo grotesco es una evasión triste, de las zonas más inteligente y sensitiva de la especie humana.
Por eso, esta sexta Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo es un gran escape a la esperanza, a esa esperanza que todo buscamos en la bruma incierta de una vida cotidiana pletórica de tristes sorpresas, quizás por eso hay gente, que en el silencio de sentarse en un sillón del cine, se ilusionan todavía sospechando con alegría inusitada, que como el mundo, también un mejor cine es posible, irrenunciable sentencia.