La sexualidad es un aspecto natural en los seres humanos a lo largo de toda la vida, incluyendo la infancia, a pesar de que muchos consideran que este es un período asexuado.
Cuando nace un niño o niña, su patrón sexual tiene pocas diferencias, pero esto no es un indicador de que estas no existes. A nivel del género sexual el comportamiento motor y sensorial empieza a presentar sus rasgos femeninos y masculinos desde los primeros años, a nivel biológico y físico la diferencia se advierte en los órganos genitales, según el género y la contextura física a partir de los dos y tres años.
Es común hablar de sexo cuando en realidad se quiere hablar de sexualidad, el sexo se refiere al género (femenino o masculino), mientras la sexualidad se relaciona con el desarrollo psicosocial del individuo y está estrechamente relacionado a la capacidad de dar y recibir placer.
Desde el nacimiento hasta la adolescencia, se producen una serie de cambios físicos y psíquicos.
El desarrollo sexual impacta la personalidad y las acciones, depende en gran medida de la relación del individuo con su medio y sus circunstancias, los patrones de vínculo y apego, así como el sistema de creencias y valores. Estos son algunos de los factores ambientales que determinan en gran medida el desarrollo sexual desde el punto de vista psicoemocional.
Es importante entender que la sexualidad en el adulto tiene su base en el desarrollo infantil, los vínculos afectivos satisfactorios durante los primeros años facilitarán un referente para un desarrollo armónico en la edad adulta.
En el primer año de vida la relación con la madre tiene un efecto modelador para construir la personalidad, incluidos los factores de la psico sexualidad. Es este el período donde el niño construye la experiencia de sentirse aceptado y amado, esto determinará en gran parte el patrón afectivo con que se acercará a los demás. El desarrollo sexual es fundamental en la estabilidad emocional.
En la etapa de 2 a 6 años el niño explora su cuerpo y así como siente curiosidad del mundo que le exterior, también experimenta la necesidad de conocer su anatomía, así como conocer a otras personas en un acercamiento determinado por factores emocionales.
Es por ello que durante esta edad el niño llega a desarrollar una percepción de su cuerpo, en un proceso evolutivo de conocimiento que se complejiza cada vez más. En un inicio, dicho conocimiento es un tanto objetivo, pero con el paso del tiempo gana terreno la subjetividad en la imagen corporal que cada quien tiene de sí mismo.
Es normal que los niños no sólo sientan curiosidad por conocer su cuerpo, sino además el del sexo opuesto. Lo importante es tomar en cuenta que la conducta sexual con intenciones placenteras es sana sólo si el niño toca su propio cuerpo y no el de otra persona, es un descubrimiento auto-sexual, y sólo muchos años después llega a ser heterosexual.
De los 7 a los 10 años, los niños son más autónomos y conocen su identidad sexual, las prohibiciones con relación a temas sexuales son más explicitas en el ambiente, debido a factores culturales, por ende, durante esta etapa los niños suelen manejar los temas sexuales con mayor discreción y menor espontaneidad.
Los contenidos sexuales a los cuales nuestros niños pudieran estar expuestos a través de la televisión, ropas, bailes y otros tipos de influencias, acelera sus manifestaciones en el tema de la sexualidad, a través de la imitación de patrones.
Los padres deben supervisar el contenido que ven sus hijos, orientarlos cuando lo consideren necesario, sin patrones permisivos, pero tampoco excesivos con relación al desarrollo de la sexualidad. En este sentido es importante lograr un equilibrio, basado en la confianza y el conocimiento apropiado por parte de los padres, a fin de saber qué está realmente bien y que no, convirtiéndose en los principales orientadores de sus hijos.
Es necesario que desde temprana edad los niños conozcan el nombre correcto de sus genitales (vulva, pene, testículos), pues nombrarlos de manera incorrecta puede generar distorsiones; por ejemplo, pensar que es malo referirse a dichos órganos o que hay un sentido negativo detrás de éstos al cual no deben intentar acceder.
De igual modo podemos ver conductas en nuestros niños que, aunque a algunos adultos nos llamen la atención, es parte del desarrollo sano de la sexualidad, tales como tocar su propio cuerpo, masturbarse, y la curiosidad al observar cuerpos desnudos, aun sin buscar intencionalmente hacerlo. Cuando por accidente ven a una persona desnuda, por lo general la reacción es de risa y de señalamiento de las partes de su cuerpo; en estas edades, el desarrollo sano excluye cualquier connotación morbosa.
Ante las manifestaciones normales como las que hemos mencionado, los padres van a reaccionar según sus creencias, vivencias de infancias, e influenciados por la cultura en la que viven. Por lo delicado del tema tendemos a inquietarnos y muchas veces lo evadimos, incluso cuestionamos nuestra intervención o actuación al momento de descubrir la manifestación del niño.
Lo importante es reconocer que la sexualidad está presente desde principio de la creación y acompañará a cada ser humano a lo largo de su vida, de donde estriba su influencia en estructuras tan importantes como la personalidad.
Es esencial estar bien informado acerca de los límites normales y los patológicos; lo esperado y lo inesperado, para reaccionar de manera adecuada es vital aceptar las manifestaciones normales y a la vez estar pendientes de las anormales para poder orientar a nuestros niños de manera positiva.
Considerando la alta tasa de abuso sexual a menores es de gran importancia enseñarles a nuestros hijos a respetar su cuerpo y a protegerse de una posible agresión, indicarles desde pequeños el tipo de acercamiento que deben permitir por parte de otros y cuál no; así como las señales de alerta que deben dar a sus padres en caso de percibir un acercamiento incorrecto por parte de otra persona.
El discernimiento de una conducta sospechosa por parte de un conocido o un extraño, debe cultivarse desde temprana edad, debido al alto nivel de contacto social que tienen los niños a pesar de ser pequeños.
Si el niño hace preguntas debemos actuar con naturalidad, nuestras respuestas deben ser sencillas, lógicas y comprensibles; si no respondemos sus inquietudes los estaríamos enviando a consultar otras fuentes que pudieran resultar inadecuadas e incluso peligrosas.