Las sociedades se recomponen tratando de sobrevivir bajo las leyes del mercado, de la competitividad, de los nuevos estilos de vida y de la agonía frente a los procesos de deshumanización en que vivimos.
Las personas han adoptado nuevos comportamientos sociales tratando de aplicar en una sociedad quebrada en el “súper yo” social. O sea, una sociedad que se ausenta más y más de la parte ética y moral y se acomoda a la permisividad del relativismo ético. Ante tales acontecimientos, las personas han optado por funcionar con la parte de la personalidad del “Ello”, la parte del placer, del goce, del disfrute y de las gratificaciones inmediatas.
Las personas están altamente reforzadas por la sociedad del consumo, del tener, de buscar las condiciones del “éxito”, sin importar las consecuencias psicosociales y, menos, sin aprender a vivir con el sentido de la utilidad personal, ni la satisfacción socio moral de lo obtenido. Esa crisis social del “súper yo” del que habla el maestro Sigmund Freud, que es la parte de la personalidad donde las personas son capaces de discriminar lo honesto de lo deshonesto. Las conductas transgresoras que producen dolor, sufrimiento, traumas a los demás, sin que se pueda sentir ninguna sensación de arrepentimiento y sin que se maneje la culpa, ni se aprende de las experiencias negativas, tienen que ver con la crisis del “súper yo”. Es más, cuando la sociedad reproduce la corrupción, la permisividad, el acoso, la intimidación, la delincuencia, el crimen, el chantaje sin que se superen o se modifiquen las conductas negativas, esa sociedad se ve expuesta a la disfunción psicosocial. Diríamos que el “súper yo” representa los frenos sociales e individuales para que el ser humano valore las consecuencias y las repercusiones de sus actos, de cómo esto afecta a la familia, a los hijos, a los amigos y a la sociedad.
Cada vez que se producen en la sociedad acontecimientos que sacuden al tejido social por personas de diferentes estratos sociales y la sociedad vuelve a validar a estas personas, entonces se refuerza una conducta socialmente negativa donde la mayoría la percibe como parte de la norma social. Las normas, las costumbres y las vivencias del día a día crean una cultura social, un aprendizaje que identifica a una persona, a unos grupos y a la sociedad en su conjunto. La nueva enfermedad psico-social es la crisis del “súper yo”, algo extremadamente peligroso debido a que cualquier cosa parece normal, y lo normal es que no sucedan estas conductas.
En las sociedades en crisis, donde no se valora la inteligencia, ni el talento, ni la educación, ni las buenas costumbres que representan cualidades para ser parte de la inclusión social, sino que se valoran las habilidades y las destrezas que, acompañadas de la ausencia del “súper yo”, son las que están produciendo una multiplicación de conductas inmorales, perversas, que por demás, seconvierten en modelos de referencias social no sanos. Como pueden reflexionar, una sociedad que socializa, crece y estimula la ausencia del “súper yo”, es una sociedad que va hacia una psicopatía social.
Para reproducir un ciudadano comprometido, responsable, con valores y hacedor de lo correcto, hay que trabajar en la educación, las leyes, la conducta social, la salud, medio ambiente, espiritualidad, etc. Literalmente hay que parar el libre albedrío, que proyecta una sociedad sin capacidad de asombro, sin consecuencias, permisiva, sin límites y sin miedo. Una sociedad del libre albedrío termina en la desmoralización sin esperanza, donde las personas aceptan lo que sea y cómo sea. El liderazgo responsable tiene que imponer las diferencias para vivir diferente. Para general confianza social, responsabilidad social, altruismo, solidaridad, humanización y esperanza; recordando que la esperanza es la pasión de lo posible y lo posible se construye en el día a día.