Bangalore (India), 25/01/2021.- Indian doctors, nurses and medical students with Indian tri-colour flag and Covid-19 vaccine vial and syringe made in the honor of health workers to create awareness among people on the eve of the 'Republic Day' celebrations in Bangalore, India, 25 January 2021. The Republic Day of India marks the adoption of the constitution of India and the transition of the country to a Republic on 26 January 1950. EFE/EPA/JAGADEESH NV
La soledad me invade lentamente
Y estoy en soledad todo transida
La memoria se pierde
y el sentido es un pájaro quieto y transparente
la soledad me llena de repente
de un reposo interior adormecido
el corazón se siente desprendido del humano latir
que inútilmente
le recuerda del todo la medida
y queda en la penumbra aniquilado
solo brisa interior a la nacida
para volar a un cielo retirado
y quedar como llama amortecida
en paz y soledad transfigurado.
Máximo Avilés Blonda (Sonia canta a los poetas de la patria)
Hace casi un año que un virus maldito cambió nuestras vidas y nos impuso el encierro. Aislados de todos y de todo, le he encontrado aún más sentido a la soledad.
Durante los años en que estuve envuelta de en mi vorágine laboral, de reuniones permanentes, de toma de decisiones, recibiendo personas con problemas académicos o de otra índole, escribiendo mis artículos y haciendo investigaciones, sacar tiempo para la familia y los amigos; me obligaba a buscar espacios míos de soledad buscada.
Entonces en paz, cerraba los ojos, o miraba el horizonte, o me detenía a admirar las pequeñas cosas que ocurren y las pasamos desapercibidas por las eternas prisas que nos impone esta sociedad.
Olvidamos el milagro del amanecer y su llamado a la esperanza; o la dulce despedida del atardecer para exigirnos esperar el renacer del día siguiente.
Las cosas han cambiado.
La pandemia nos ha obligado a retirarnos (por lo menos los que estamos conscientes del peligro que representa).
Ahora la soledad no nos busca, está ahí, junto a nosotros. Es nuestra eterna compañera. El silencio y el reencuentro con uno mismo se ha convertido en algo cotidiano. En el bullicio de antes añorábamos un espacio de tranquilidad; en la cotidianidad de hoy, anhelamos a los amigos, los abrazos y los encuentros planificados o espontáneos. ¡Divina contradicción existencial!
Tenemos 10 meses de encierro para algunos, desenfrenos para otros, ellos los inconscientes. Una oportunidad de oro para evaluarnos, pensar en el devenir.
Me gusta esta soledad acompañada de mi compañero de vida, tanto hemos vivido juntos, que a veces bastan las miradas para decirnos muchas cosas. Me paso las horas y los días tecleando sin cesar este aparato que se ha hecho indispensable en mi existencia.
Escribo, pienso, leo, busco respuestas a miles de preguntas… para volver a escribir, repensar lo pensado, leer nuevas cosas… entonces nacen nuevas preguntas.
Al pasar de estos largos meses de soledad impuesta, se acostumbra uno, aún añorando los encuentros con familiares y amigos, a estar solos, incluso a hacer productivo el ocio.
Aprendí a valorar aún más mi vida. Aislada y encerrada como estoy, me siento feliz de seguir todavía en el aquí y en el ahora.
Feliz de ser testigo del amanecer; de ver transformarse el día en la noche, de la salida de la luna, descubriendo si está en su etapa creciente, menguante o luna llena; de la lluvia que moja las entrañas de la tierra; de la brisa que atenúa los embates del calor; del sonido imperceptible del silencio; de los latidos de mi pecho y las inhalaciones de mi respiración.
Me siento dichosa porque he podido, todavía, sortear la suerte de las garras del virus poderoso que nos tiene en vilo.
Dichosa y triste, esa es la realidad dicotómica que vivimos hoy. Mientras yo estoy todavía con vida, impartiendo docencia, escribiendo, investigando… otros, muchos otros han sido golpeados por la tragedia.
Tengo una amiga de infancia que en menos de dos meses perdió a su cuñado y a su sobrino producto de la COVID-19. Tengo familiares que se han contagiado con el virus, han salido airosos porque son jóvenes y contaban con la fuerza de la juventud para luchar contra los síntomas.
Tengo amigos afectados, algunos han fallecido y todo por este virus. Y en esta soledad obligada, he sido testigo, como muchos de ustedes queridos lectores, de la imprudencia e irresponsabilidad de mucha gente que viola las normas mínimas para evitar el aumento de los contagios.
Soledad obligada o buscada, sigue siendo soledad. Sigue siendo el encuentro contigo mismo.
Es posible que ese silencio impuesto por el confinamiento provoque que muchas personas no quieren conocerse, ni hacer introspección.
Tal vez tienen miedo de saber quiénes son realmente; temen quizás preguntarse hacia dónde quieren ir; se avergüenzan de ser cómo son, entonces prefieren vivir sin pensar.
Soledad buscada u obligada, no importa, como dije, sigue siendo soledad.
A veces, estar acompañada de tu alma, de tu conciencia, de tus sueños, de tus ilusiones, de tus preocupaciones y tus anhelos, ayuda. Adentrarte en la profundidad de ti, sin necesidad de ocultar ante nadie tus verdades, constituye la mejor forma de conocerte y ser mejor persona. No hay que temer a conocerse, y hacer conciencia de tus propias debilidades, también de tus fortalezas.¡
La COVID-19 me ha enseñado a hacer mayor conciencia de nuestra fragilidad como seres humanos. Ese virus maldito que nos ha confinado me enseñó a valorar mejor todo lo que tengo.
Me di cuenta de que soy inmensamente rica en realizaciones, sueños y planes. Aprendí a extrañar mucho más a los míos y he estado atesorando en mi corazón los recuerdos dulces, algunos tristes, algunos amargos. Aprendí que la vida es un instante. Aprendí que mi futuro es HOY.
Me di cuenta que tengo demasiadas cosas, y que muchas veces me dejé llevar por la vanidad.
Así, en soledad buscada e impuesta, decidí ser feliz con las limitaciones de movimiento y con la distancia de mis seres queridos.
Así, en esta soledad obligada, sueño con el día en que pueda volver al abrazo intenso y desinteresado, a las tertulias literarias, o de amigas para simplemente reír.
Mientras espero días mejores, valoro esta soledad, y este encuentro conmigo misma.
SOLEDAD
(de Diario de un poeta recién casado)
En ti estás todo, mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
con un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late y no lo sientes…
¡Qué plenitud de soledad, mar solo! Juan Ramón Jiménez