Me lo contó un amigo. Explicó que le parecía que el agotador calor de estos días era el presagio del fin del mundo, por un acercamiento del sol a la tierra que nos quemaría a todos, pero que, mientras tanto, no le importaría pagar lo que fuera necesario a la compañía eléctrica y se le ocurrió llamar al servicio al cliente y rogar porque reconectaran la energía porque tenía una hija asmática en un respirador eléctrico descargado y con baterías de emergencia.
Puede leer: Kojak, la basura y el país
Le sorprendió que minutos después escuchó una sirena acercándose y entre alegría y sorpresa esperó la llegada del vehículo y quedó estupefacto al ver que se trataba de una ambulancia del sistema 911 y casi se disponía a pelear con los técnicos de salud alegando que la luz hubiese llegado primero que ellos y un apretón por el cuello que le estaba dando uno de los enfermeros lo despertó de la pesadilla y volvió a la realidad. Había luz en su casa y cayó en la cuenta de que él no tenía ninguna niña asmática.