Todo el mundo, cristiano o no, conoce o sigue la tradición de adornar, admirar o adorar un pesebre, belén o Nacimiento en estas fechas en que celebramos el nacimiento del Niño Jesús. Un acontecimiento que junto a su pasión, muerte y resurrección, marcan aspectos fundamentales para los cristianos en cualquier latitud.
Y aunque mucha gente tiene conciencia de lo que significa este pequeño adorno navideño, como algunos gustan definir, con características distintas en cada lugar, es necesario recordar que la tradición que seguimos por 799 años, fue un regalo del San Francisco de Asís, en cuyo propósito lo ayudó un amigo de un pueblo de Italia, a quien se le conocía como Juan Velita.
San Francisco de Asís, ya a finales de su vida, luego de haber visitado Medio Oriente y especialmente Tierra Santa, pudo ver con sus propios ojos el lugar donde había nacido el Niño Jesús, y se le ocurrió hacer algo similar en su pueblo, pero de forma viva. Y con la ayuda de su amigo Juan Velita, propietario de un terreno donde había un lugar parecido al que nació Jesús, quiso dejar esto como legado a la humanidad.
Así que, el 24 de diciembre del año 1223, luego de haber preparado todo para esa noche especial, hizo resonar las campanas para llamar la atención. Entonces, la gente comenzó a acudir al lugar, alumbrándose de cualquier forma. Y al llegar, encontraron todo el montaje preparado. Acompañado por un diácono que invitaba a las personas a acercarse al mismo lugar donde se celebraría una misa junto al pesebre en vivo.
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A partir de ese momento, el mundo comenzó a seguir esta bella tradición. En Francia se comenzó con mayor preponderancia a fabricar figuras de manera comercial o artesanal, para que las familias pudieran tener sus propios pesebres. Lo cual se difundió por todo el mundo.
San Francisco de Asís no solo fue una persona con características y condiciones extraordinarias desde todo punto de vista, de forma destacada por su entrega y renuncia a los bienes materiales, llegando a ser un santo, sino que nos dejó una de las más bellas tradiciones. El pesebre, Belén, Nacimiento o como cada quien y en cada lugar quiera llamarlo.
Pero él no solo se inspiró en una representación de la humildad que Dios quiso para que su hijo Salvador naciera, sino que también lo enriqueció con una estampa clara y definida de la familia: José, María y Jesús. O San José, la Virgen y Jesús, según la concepción ideológica o religiosa en que se les quiera llamar.
La humildad de ese acontecimiento reflejada en un pesebre y la familia, en la parte atrás o fuera de una casa, integra otros elementos importantes: pastores laboriosos, gente de pueblo y animales como el asno, buey y ovejas, que representan trabajo, obediencia y fortaleza. Y por igual a tres Reyes que le rinden honor al Hijo de Dios. Por eso, desde hace casi 800 años, en millones de casas y lugares especiales se preparan con entusiasmo Nacimientos, Belén o Pesebres, como símbolo de Cristiandad. Feliz Navidad.