Por: Amaurys Pérez Vargas
Las cifras de la trata negrera en el campo científico han sido objeto de polémicas estimaciones, pero se ha establecido un consenso en la comunidad de historiadores y especialistas de la esclavitud que calcula que fueron entre 12 y 13 millones el total de africanos embarcados hacia el continente americano (todas las destinaciones confundidas) a bordo de navíos europeos. El infame comercio de seres humanos que fue dirigido exclusivamente por españoles y portugueses, durante el siglo XVI conoció un ligero incremento a principios del siglo XVII al ingresar Francia e Inglaterra en el tráfico de esclavos.
En el siglo XVIII, el crecimiento fue progresivo y acelerado, logrando alcanzar su punto más alto en 1789, año en el que precisamente tuvo lugar el inicio de la Revolución Francesa. Ciertamente, en el proceso hubo sus altas y bajas, pues por ejemplo la guerra de Independencia de los Estados Unidos provocó una considerable caída entre 1770 y 1780. De igual modo, se registró un sensible descenso durante los años que siguieron al bloqueo napoleónico en las Antillas francesas a principios del siglo XIX. Vale decir que el final de la trata se inició en 1829 tras la firma de la Convención de Viena que prohibió el tráfico negrero cuyo proceso hacia la abolición se extendió hasta 1865, cuando prácticamente dejó de existir con excepción de las escasas expediciones que se dedicaban al contrabando.
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En ese sentido, a pesar de su larga duración en la historia americana, la fase de intensidad máxima se concentró en un período relativamente corto, ya que la inmensa mayoría de los esclavos africanos se transportaron entre 1765 y 1825. Por otro lado, los índices de mortalidad en los esclavos en el marco de la trata reflejaron una evolución decreciente, pues inició con una proporción de alrededor del 30%, reduciéndose significativamente en el siglo XVIII. Estas mejoras se explican básicamente por las condiciones de alimentación e higiene que se implementaron a bordo de los navíos. No obstante, las causas que la provocaron no obedecieron a razones humanitarias sino económicas, pues el esclavo representaba una mercancía costosa cuya venta debía asegurar beneficios. En total, se estima que 1.5 millones de esclavizados murieron en la travesía. En lo que concierne a los negreros españoles, la mortalidad media fue de 16.63%, la cual se encuentra muy por encima de la media general establecida para los restantes países europeos que ronda los 14.33%.
En la obra La trata de esclavos: Historia del tráfico de seres humanos de 1440 a 1870, el historiador estadounidense Hugh Thomas da cuenta de los tipos de trabajos que se les reservaba a los esclavos, una vez desembarcados en las Américas. Según su distribución, el mayor número de cautivos se ubicó en las plantaciones de caña, seguidos por los que fueron empleados en las plantaciones de café y en las haciendas en calidad de criados. Otros renglones no menos importantes de la actividad laboral fueron las minas, los campos de algodón, cacao y la construcción, etc. De igual forma, este autor nos señala a Brasil como el principal lugar de destino en el continente, seguido por los territorios del imperio español, las Antillas tanto inglesas como francesas y en menor medida, las Antillas holandesas, la Norteamérica británica y Estados Unidos, entre otros territorios europeos.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D.
Sociólogo e historiador – UASD/PUCMM