Por: Amaurys Pérez Vargas
La trata negrera europea, siglos XVI – XIX. En su interesante obra La esclavitud en las Españas: Un lazo trasatlántico, el historiador español José Antonio Piqueras nos indica que los grandes puertos negreros del Atlántico fueron: Liverpool, Bristol, Nantes, Burdeos, Rotterdam y Lisboa. Ciertamente, las principales potencias marítimas de Europa occidental (España, Francia, Portugal, Inglaterra y Holanda) participaron de lleno en la actividad negrera, siendo los tres últimos países incorporados al tráfico de seres humanos en la América colonial española vía el asiento, contrato oficial que concesionó a los comerciantes rutas y productos comerciales.
El “comercio triangular” de la trata atlántica funcionó bajo el siguiente esquema: En primer lugar, los navíos procedentes de Europa transportaban las mercancías que se utilizaban para las compras de esclavos en las costas africanas. Enseguida, los barcos atravesaban el Atlántico para llegar a las Antillas o al continente americano donde los cautivos eran vendidos como mercancías. Finalmente, los navíos eran cargados con productos coloniales (azúcar, café, cacao, entre otros) y dirigidos hacia Europa donde obtenían buenos dividendos por su consumo.
En ese orden, era “un negocio redondo” ya que las principales operaciones comerciales (véase la compra de esclavos en África y la obtención de los productos coloniales) se desarrollaban a través de mercancías y por ende con una débil intervención monetaria. En estas condiciones los comerciantes en África y las Américas, se encontraban siempre en posición de desventaja frente a los europeos quienes aprovecharon las actividades coloniales, el comercio y la explotación de esclavos, como fuente de «acumulación primitiva», para el desarrollo de la revolución industrial y el capitalismo tal como lo expuso el reconocido historiador antillano Eric Williams, en su obra Capitalismo y esclavitud.
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A pesar de que la historiografía moderna sobre la trata atlántica ha cuestionado la rentabilidad en el comercio de esclavos, no es menos cierto que existió un vínculo entre esclavitud y capitalismo pues en el proceso de evolución de este sistema económico convergieron toda una serie de factores (económicos, políticos, sociales y culturales) que no se pueden disociar fácilmente del tráfico humano que se produjo, entre Europa, África y el continente americano. A nuestro juicio, este hecho, asociado a la multiplicidad de los mercados y a la integración de vastos sectores económicos fue lo que proporcionó a la industria los medios necesarios para generar su desarrollo.
En efecto, entre esos vastos sectores económicos que se incorporaron en la dinámica comercial encontramos, como es de suponerse, a la importante “mano de obra esclava” la cual fue indispensable para la extensión del sistema de grandes plantaciones que tuvo lugar en el Caribe pues este contingente humano favoreció el desarrollo de las producciones coloniales, así como el incremento del comercio internacional con sus principales productos, cuya rentabilidad en materia de comercio colonial resulta innegable.
Por otro lado, estaban los traficantes y propietarios de esclavos, quienes tuvieron una fuerte presencia en los principales puertos europeos, donde proveyeron toda una serie de recursos para el comercio y sus instituciones. Estos también se destacaron en sociedades o círculos culturales, pues les gustaba exhibir sus mansiones y grandes propiedades rurales que daban cuenta de un fastuoso estilo de vida. Así fue como su riqueza, su influencia y su prestigio le fueron abriendo las puertas del poder en Europa a la burguesía.
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Prof. Amaury Pérez, Ph.D.
Sociólogo e historiador – UASD/PUCMM