“¿Qué estoy detenido? De acuerdo.
La última vez tardé tan poco en salir que mi sopa todavía estaba caliente cuando llegué a casa.”
Parlamento de la serie televisiva “Los Sopranos”
Los Soprano, considerada la serie de mayor éxito comercial en la historia de la televisión, es un drama en el que un hombre de familia tradicional, es en realidad un miembro de la mafia italiana que se instala en Nueva Jersey, que enfrenta numerosas dificultades tanto en el hogar, como en la organización criminal a la que pertenece.
Tony Soprano intenta ser un ejemplar cabeza de familia, un modelo para su mujer, sus hijos y su madre, pero su cotidianidad transcurre entre la extorsión, el tráfico ilegal y los sobornos que se requieren para mantener funcionando su negocio. Las presiones internas a las que se somete día a día lo llevan a sufrir ataques de ansiedad, y se ve obligado a recibir terapia psiquiátrica.
El trabajo que hago me ha llevado a conocer a mujeres, amantes, hijos, empleados y parientes de hombres como Tony Soprano. Como terapeuta, he sido parte de muchas historias de dolor generadas por la impunidad.
La palabra impunidad viene del vocablo latino impunitas, que se refiere a la falta de castigo cuando se ha cometido un delito. Cuando la persona que ha cometido la falta no recibe la pena que corresponde a su acción, es difícil que pueda enmendar su conducta.
La frustración y la impotencia de las personas afectadas por crímenes que permanecen impunes, alcanza el nivel de vergonzosa indignación y rabia cuando deben soportar que los culpables gocen de libertad, y de las oportunidades para continuar su vida disfrutando de la complicidad de una sociedad podrida, que exalta la riqueza sin importar su origen.
La escritora viva más leída en lengua española, la chilena Isabel Allende, dijo: “No hay nada tan peligroso como la impunidad, amigo mío, es entonces cuando la gente enloquece y se cometen las peores bestialidades, no importa el color de la piel, todos son iguales”.
Desde hace muchos años trabajo con grupos, pero fue ayer cuando tuve una de las experiencias colectivas más impresionante de toda mi vida, la caminata por el fin de la impunidad. La fuerza individual es insignificante frente a la fuerza que manifiesta un grupo.
Osho creía que no hay muchos caminos, más bien hay muchos nombres para el mismo camino, y este camino es consciencia. Cuando las personas se unen para caminar en la misma dirección en pos de unos objetivos dignos, la energía de todos esos pasos unidos se traduce en motivación, emoción y un grandioso sentido de pertenencia que fortalece a los involucrados.
Si el tejido social se fortalece la sociedad completa gana. El lema nacional de Georgia (un país soberano localizado en la costa del mar Negro, en el límite entre Europa Oriental y Asia Occidental) reza: “El poder está en la unidad” (Dzala ertobashia). Dicen que el origen de esta expresión se remonta a la fábula de Sulkhan-Saba Orbeliani, que cuenta la historia de un rey con treinta hijos.
Un día, sintiendo que su muerte estaba próxima, llamó a sus hijos y les dijo que trajeran flechas. Luego, les solicitó que rompieran las flechas una por una, y los hijos lo hicieron. Entonces, el rey les pidió que quebraran todas las flechas juntas y no pudieron.
Les dijo: «Aprendan hijos, de este hecho: la fuerza está en la unidad. Si permanecen juntos, el enemigo no les podrá hacer mal alguno, pero si están divididos, la victoria está de su lado».
Esta sabiduría arquetípica se repite en muchos países. Bulgaria tiene un lema muy parecido: «La unión hace la fuerza», que proviene de una leyenda idéntica a la de Georgia, protagonizada por Kubrat, Khan de la Gran Bulgaria, que brindó a sus hijos el mismo consejo.
El refrán «La unión hace la fuerza» está en otros países: Holanda (“Eendracht maakt macht”), Francia (“L’union fait la force”), Reino Unido (“Unity makes strength”), Alemán («Einigkeit macht stark”). La moraleja de la fábula de Esopo «El viejo y sus hijos» va en la misma dirección y puede ser resumida en una frase: «Todo poder es débil, a menos que permanezca unido».
Es conocido por muchos que la formación de un equipo aumenta la productividad. El economista y filósofo escocés Adam Smith, considerado uno de los mayores exponentes de la economía clásica descubrió que un obrero producía un alfiler por día, mientras un equipo de diez obreros que divide el trabajo producía 50,000. ¡Cinco mil alfileres diarios por obrero! ¿No es un resultado asombroso?
Los que me conocen -o siguen- saben que soy una persona con un estilo de vida apacible, que llega a su clímax los domingos. Luego de acompañar a las personas en sus procesos de transformación dando consultas, talleres, cursos, conferencias y entrenamientos, los domingos me gusta quedarme a solas, en silencio. De este modo, recargo mis fuerzas para poder continuar.
Estoy convencida que aceptar la invitación de mi amiga Chiqui, para marchar por el fin de la impunidad, fue una elección que provino del lugar del que surgen los misterios. Tal vez, mi alma preparó esa experiencia para que pudiera experimentar de un modo grandioso el consenso, armonía, paz, amistad, compañerismo, fraternidad, unión, camaradería, hermandad, cordialidad, generosidad, cooperación y solidaridad.
Ayer me sorprendí a mi misma. Me sentí dichosa de contactar a una Karina capaz de salir de su zona de confort, para abrirse a nuevas experiencias. Hoy empiezo la semana con una frase del escritor y activista estadounidense Jonathan Kozol: “Elige batallas lo suficientemente grandes como para que importen, y lo suficientemente pequeñas para ganar”.