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Las autoridades del Ministerio de Educación y las del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología presentaron el primero de abril del año 2014 el Pacto Nacional Para la Reforma Educativa en la República Dominicana (2014-2030), el cual vino a dar continuidad al Plan Decenal de Educación, este último inaugurado en diciembre de 1992.
Los acuerdos y compromisos asumidos en el pacto al cual nos referimos fueron de naturaleza distinta. Algunos implicaban políticas públicas concretas y reformas educativas; otros exigían dedicar mayores esfuerzos en promover cambios de paradigmas en nuestro accionar cotidiano personal y colectivo.
Considerábamos que la participación activa de todos los actores de la vida nacional era fundamental para el éxito del Pacto Educativo. Y que las políticas educativas debían constituirse en políticas de Estado, por lo que dicho Pacto habría de estar vigente hasta el año 2030.
Desde finales de la década de 1960 la educación pública de la República Dominicana venía atravesando por una profunda crisis que la mantenía al borde del colapso. Los principales indicadores de calidad no revelaban otra cosa que no fuera desastre: baja tasa de cobertura y alta tasa de deserción, bajo porcentaje de estudiantes promovidos y alto de alumnos repitentes y sobrecogedores índices de sobre edad.
Para entonces las condiciones de vida del maestro dominicano eran (todavía lo siguen siendo) inferiores a las de cualquier otro trabajador del sector servicio. Su sueldo promedio equivalía apenas a una tercera parte del costo de la canasta familiar.
Los servicios de asistencia médica, vivienda y de jubilación al docente adolecían de tantas fallas que no cabían considerarlos como incentivos. Eran pésimas las condiciones de trabajo en las escuelas públicas. Los docentes no disponían de materiales didácticos. Los precios de los libros de texto resultaban demasiado caros.
Los planteles escolares lucían deteriorados por la falta de mantenimiento y las aulas disponibles no eran suficientes para atender la demanda. Los maestros desertaban de las aulas para ocuparse de otros menesteres de más rentabilidad.
Las escuelas normales se encontraban cerradas. Por la baja en la demanda, las universidades privadas habían dejado de ofertar la carrera de pedagogía. Para cubrir las vacantes que se producían se hacía necesario el nombramiento de bachilleres sin ninguna formación en el área pedagógica para ocupar los puestos docentes.
Resultaba muy baja la valoración del maestro como guía del proceso educativo y como dirigente de la comunidad.
La crisis económica que afectó al país a mediados de los años ochenta obligaba, por causa del pluriempleo, a las cabezas de familias pobres a ausencias prolongadas del hogar y a desentenderse del papel que debían desempeñar en la formación de sus hijos.
Los gobiernos que se sucedieron en las décadas de los años 60 y 70 se mostraban indiferentes a la suerte de la escuela pública. Las iniciativas y los esfuerzos desinteresados de grupos representativos de universidades, colegios profesionales, grupos empresariales y de sindicatos obreros y magisteriales impidieron que la escuela pública colapsara.
Los esfuerzos de todos nosotros, y de cientos de personas tan interesadas como nosotros en evitar el derrumbe de la instrucción pública, culminaron con la puesta en práctica de un plan de reforma de la educación pública y privada: el Plan Decenal de Educación.
El Plan Decenal de Educación tuvo como propósito principal el lograr una profunda reforma del sistema dominicano de instrucción pública de manera tal que la misma se transformara en un periodo de diez años, en la base fundamental del desarrollo nacional, y de la promoción de cada ciudadano, tanto en el plano social con vistas en que la República Dominicana pudiera entrar en el Tercer Milenio de la Era Cristiana con mayores posibilidades en la construcción de una sociedad más justa, más solidaria y más human….. ¡Y lo logramos¡