El populismo y el oportunismo político se han servido con la cuchara grande en esta campaña electoral que, a Dios las gracias, ya casi termina. En debates y entrevistas hemos visto desde candidaturas que prometen “soluciones” reñidas con las leyes, los derechos humanos y la racionalidad, hasta candidatos y candidatas que se venden más ultraconservadores y antiderechos de lo que en realidad son, contando con que así conquistarán a ciertos poderes fácticos y ganarían más votos.
Sin embargo, hay fallos en su lógica. Su punto de partida es la falsa premisa de que defender los derechos de las mujeres genera un costo político, cuando la realidad es que si bien confesarse abiertamente antiderechos le genera simpatía entre, por ejemplo, las cúpulas y élites de algunas iglesias, esto no pasa necesariamente así ni en el resto de la feligresía ni en el electorado, que es 51% femenino, por lo que no hay tal costo político en defender las causas de las mujeres, que son las causas de toda la sociedad y que allí también generan apoyos.
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De ahí que si alguna de esas candidaturas “anti-todo” sacan muchos votos, las razones están en el aspecto político y partidario, y no en los temas de fe. Por ejemplo, las encuestas locales e internacionales que al medir el mercado electoral cruzan las variables religión e intencionalidad del voto, no encuentran relación proporcional, una cosa no incide en la otra.
Por eso creo que pronuciamentos recientes como el que ha hecho una parte de la Iglesia católica identificando candidaturas particulares para fines de votos, no debe constituirse en un mecanismo de miedo para aquellas candidaturas que no aparecen en ese listado como castigo por su valiente defensa de los derechos a la vida; a la salud y a la dignidad de las mujeres, porque los datos demuestran que la posición de los prelados, no representa necesariamente la de la mayoría.
De hecho, en el pasado, en momentos distintos, las élites eclesiásticas han llamado a votar en contra de algunos políticos y sin embargo han sido ampliamente favorecidos en las urnas, en detrimento de otros que han contado con su respaldo. Los casos de Minou Tavárez Mirabal, Magda Rodríguez, Faride Raful, José Horacio Rodríguez son algunos de los ejemplos.
Ahora bien, sí me parece importante que la ciudadanía reflexione su voto y haga el ejercicio de buscar entre las ofertas, las candidaturas que defiendan la vida y defiendan las familias, pero esa defensa no debe limitarse, ni incluir lo que pase en los cuerpos y ovarios de las mujeres, sino mas bien de los posicionamientos y las propuestas sobre los temas claves, que sí competen al colectivo y que preocupan a la ciudadanía.
Si quieren candidatos y candidatas que defiendan la vida y la familia, los temas deben ser cómo aumentar los salarios, combatir el alto costo de la vida, generar empleos, reformar la seguridad social, disminuir el copago de las consultas médicas y el alto costo de los medicamentos, combatir la corrupción e impunidad, condenar el abuso sexual, no encubrir la pedofilia, abogar por educación sexual, no para cambiar la orientación sexual de la niñez, sino para enseñarles cómo prevenir los embarazos adolescentes.
Si quieren candidaturas provida y profamilia, busquen aquellas con propuestas innovadoras para enfrentar la inseguridad ciudadana, el caos en el transporte, proteger el medio ambiente y preservar el agua, mejorar el drenaje y el manejo de la política exterior frente a Haití, Estados Unidos, Latinoamérica, Europa y China, optimizar el sistema energético, entre otros temas país.
En fin que este 19 de mayo hay que votar, pero hay que votar bien y eso implica elegir con criterio propio, separando los temas religiosos de los temas de Estado, recordando que fue el mismo Jesús quien pidió dar a Dios lo que es de Dios y al César, lo que es del César.