La vida es como un viaje en el tiempo

La vida es como un viaje en el tiempo

Sergio Sarita Valdez

Los profesionales de la medicina concebimos la formación humana en una fase intrauterina, que es seguida por el lapso de vida extrauterina. El tiempo que nos toca vivir dentro del útero materno empieza en la quinta semana, es decir al mes de la fecundación, y es cuando se forman los distintos órganos que estarán presentes en el feto. Siguiendo a la fecundación, se crean sucesivamente el huevo o cigoto, seguido de la mórula, la blástula, la gástrula, el blastocisto y el embrión. El período embrionario acontece entre la cuarta y la octava semana del desarrollo. Una vez iniciado el segundo mes lunar utilizamos la palabra feto para referirnos al ser en crecimiento. Bajo condiciones naturales, a los nueve meses de gestación se produce el parto y comienza la vida neonatal del primer mes.

Esta separación temporo-espacial del desarrollo humano temprano conlleva implicaciones médico- legales, sociales, religiosas, éticas y políticas. Los grandes debates relacionados con el aborto, implantes, derechos maternos y fetales, violaciones sexuales y otros delitos son solo algunos ejemplos de estas implicaciones.

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La infancia, la niñez y la pubertad agregan nuevos componentes psicosociales a la persona encaminada a convertirse en un ser social pleno. La educación juega un rol fundamental en el producto final que será el individuo adulto. El puente biológico entre la pubertad y la adultez viene a ser la adolescencia. Se trata de un momento existencial crítico que dará como resultado un ciudadano capacitado para integrarse desde el seno familiar a la comunidad. No puede considerarse como sano un individuo que es incapaz de convivir en armonía con su entorno.

La Organización Mundial de la Salud define el concepto de salud como el “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Dicha entidad mundial agrega además el concepto de salud ambiental como ingrediente de calidad de vida que contempla factores físicos, químicos, biológicos, sociales y psicológicos presentes en el medio ambiente.

Estar y sentirse bien y saludable en familia es una meta compleja en el mundo contemporáneo. El rápido y enorme desarrollo tecnológico y científico de la comunicación ha convertido al mundo en una esférica aldea arropada por el algoritmo de la inteligencia artificial que como inmenso manto con un arcoiris de temperatura que va desde lo muy frío a un calor sofocante, y de zonas húmedas inundadas hasta espacios secos, agrietados y temblorosos.

Caminamos abrumados por la incertidumbre, el miedo y la desconfianza. La pobreza, la violencia homicida, el hambre y los sueños truncados conducen a mucha gente joven por senderos cargados de peligros. Las drogas y el delito suelen ser malos acompañantes. Podemos reorientar la ruta desde un centro existencial. No podemos volver de la senectud a la adultez, ni de la adolescencia a la vida intrauterina de nuevo. Se anda sin retaguardia, se hace huella que no ha de volverse a pisar. Como entes individuales estamos condenados al fracaso; solo llenaremos nuestro rol existencial siendo parte del tejido social. La unidad en la diversidad hace la fuerza.

La vida es como un viaje en el tiempo, imposible de realizarse en la soledad. Esta reflexión nos invita a considerar la importancia de las relaciones interpersonales y la comunidad en nuestra existencia. Los desafíos que enfrentamos en el mundo contemporáneo requieren de un enfoque integral que considere no solo la salud individual, sino también el bienestar social y comunitario.

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