Carlos Rodríguez Almaguer hace el planteamiento en “El ángel y la bestia, construyendo al humano”, un libro que escribió basado en la idea de que en las personas, desde que vienen a la vida hasta que fallecen, luchan a muerte un querube y una fiera. Con esta afirma que se nace y que lo único que se puede hacer con ella “es embridarla, educarla, controlarla, porque al menor descuido toma el control”.
El ángel, en cambio, dice que hay que hacerlo, crearlo, apoyarlo. “Nos alejamos de la bestia en la medida en que vamos construyendo al ángel”, que suele ser eso que llamamos alma”.
El intelectual tuvo el propósito de escribir la obra desde que leyó que José Martí quería redactar “El concepto de la vida”, que se llevó a la tumba. Pero Rodríguez Almaguer fue posponiendo su proyecto hasta la noche en que sufrió una terrible pesadilla: caminaba hacia el entierro de su esposa. La enorme soledad que le invadía lo laceraba “como si me clavaran cien puñaladas de hielo. La impotencia me hacía estallar en cólera y en llanto irrefrenables”.
No pudo dejar de llorar cuando su compañera lo despertó, asustada. Entonces agradeció a Dios porque aquello había sido una alucinación. Y decidió no aplazar más la escritura de este ejemplar que acaba de publicar y que trata sobre “el escurridizo y espinoso asunto de la existencia humana”.
Más que la obra de un revolucionario socialista es como el texto de un místico, de un gran maestro de la espiritualidad que habla de la inutilidad de las riquezas materiales, las posiciones de poder o los triunfos profesionales ante la realidad inconmovible e inevitable, “para algunos aterradora”, que es la muerte.
“La muerte flota sobre nuestra existencia desde el día que nacemos”, expresa y, no obstante, muchos están en la tierra como si no fueran a morir más, ignorando que “el único requisito indispensable para morirse es estar vivo”.
“La vida es más preciada y hermosa precisamente porque es breve y frágil como la gota del rocío, la flor, la mariposa. Quien teme a la muerte acaba siempre temiéndole a la vida. La muerte es el complemento de la vida”, sostiene.
Cree que vivir a plenitud requiere valor, además de conciencia, y que existimos al trote por nada, como en una carrera de caballos locos.
“El cosmopolitismo de las grandes ciudades ha sepultado en parte la condición humana de quienes las habitan. No son sociedades, en el sentido justo, sino enjambres de individuos. Se vive rodeado de personas a quienes no importamos ni nos importan. Pendientes del reloj, avanzamos a empellones por la intrincada selva de criaturas que andan más apuradas que nosotros”, considera.
Aparte de la prisa y la indiferencia, habla de la comida rápida, una ración-chatarra “que nos pasará factura tarde o temprano y en números rojos”, de los instintos que rigen a las criaturas, las luces y las sombras del género humano, los felices, los egoístas, los desdichados, los altruistas, el dolor, el hambre, la sed, el sueño, el valor del ejemplo de los mayores sobre las palabras.
“No se ha repetido en vano que al interior de cada persona luchan a muerte un ángel y una bestia. Ambos coexisten mientras dura la vida, sin posibilidad de que la bestia pueda ser aniquilada enteramente, pues es consustancial a nuestra condición biológica: no podemos matarla sin morir nosotros”.
“Virtud silenciosa”. Carlos Rodríguez Almaguer procede de Manatí, Cuba. Es profesor, historiador, poeta, ensayista. En el poco tiempo que lleva residiendo en el país se ha dado a conocer más como historiador especializado en el Caribe, por lo que este libro ha representado una sorpresa.
La portada parece de un catecismo católico, un devocionario o novena al Arcángel Miguel. “Es una imagen del periodo oscuro del Renacimiento italiano, es el Arcángel Miguel controlando a Satán, sometido y dominado y amenazándolo, pero no lo puede matar, solo puede dominarlo”, explica.
Además de sus concepciones sobre la existencia humana, sugiere prácticas y ejercicios para que la bestia pueda ser aniquilada enteramente, para tomar parte a favor del ángel “manteniendo en guardia todos nuestros sentidos y fuerza de voluntad. Esa virtud silenciosa, oculta a la vista de los demás, lejos de los aplausos y solo perceptible para nosotros mismos, requiere de una valentía heroica”.
Por eso, aconseja, “debemos tratar a los demás con delicadeza, porque nunca sabremos las tremendas batallas que se están librando en su interior”.
Plantea aprender valores poco a poco, ejercitarlos sistemáticamente para impedir que se anquilosen y nos dejen a merced de la bestia. “Así como tenemos músculos en nuestro cuerpo físico, los valores morales son los músculos de nuestra humanidad e igual se atrofian como aquellos por falta de ejercicio”.
Sugiere evitar la infamia y la inhumanidad y observa que “con razón afirmaba el profesor dominicano Juan Bosch que a los hombres no se les juzga por como empiezan sino por como terminan”.
Para él, “quien termina robando el dinero del erario suele haber comenzado por robarse el lápiz del compañero de pupitre”.
El placer que ocasiona hacer el bien, la importancia de ser responsables, el amor, la solidaridad, la lealtad, el dolor, mantener una actitud equilibrada frente a las contingencias cotidianas, conocerse y reconocerse unos a otros son alimentos que recomienda para sentir la cercanía y la ternura del ángel. También propone otros para educar a la bestia.
Destaca la necesidad de la educación en la formación personal y significa que no conocernos hace que nos mantengamos a la defensiva, por el miedo, que es causa de la violencia actual. Al respecto consigna: “Nunca antes habíamos tenido tantas posibilidades de acercarnos los unos a los otros, sin embargo, se ha producido el raro fenómeno de que estamos cada vez más cerca de los que están más lejos y más lejos de quienes están cerca. Tenemos amigos en Hong Kong, Bangladesh y Toronto, hablamos con ellos varias veces al día por la Internet, sabemos qué les gusta cenar, conocemos el nombre de sus mascotas, qué ropa compran y cuáles son sus cantantes preferidos, pero no conversamos con nuestros vecinos del barrio, y muchas veces ni siquiera sabemos quienes son”.