La visión histórica y geopolítica de la época del Padre de la Patria: Juan Pablo Duarte

La visión histórica y geopolítica de la época del Padre de la Patria: Juan Pablo Duarte

En la foto, Jeanette Alfau, Presidente del Instituto duartiano en España; el profesor Iván Gatón, Ramón Burgos, Ministro Consejero de la embajada dominicana ante el Reino de España, y Miguel Vásquez, cónsul dominicano en Madrid.

Por: Iván Gatón

Especial dedicación a don Bienvenido Álvarez Vega, quien nos dio la oportunidad de escribir nuestras inquietudes sobre los temas geopolíticos desde nuestra juventud.

Con esta conferencia lo que pretendemos es demostrar la comprensión que tuvo nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, del entorno histórico y geopolítico del mundo que le tocó vivir. Así mismo, cómo la base geocultural, que fue el pilar del pensamiento duartiano, se sustentaba en la visión cristiana que tuvo su expansión en el período que conocemos como Modernidad y que se ubica en ese acontecimiento que cambió la historia de la humanidad para siempre, el encuentro de los europeos con América, con la llegada de los españoles en el 1492.

El contexto en el cual Juan Pablo Duarte desarrolla sus ideas de una patria libre e independiente de toda influencia extranjera, se encuentra enmarcado en el escenario que tuvo su inicio con la Independencia de los Estados Unidos de América en 1776 y la Revolución Francesa de 1789, el Congreso de Viena de 1815 y los procesos que permitirían la independencia de los virreinatos españoles en el continente americano.

Las ideas que dieron paso a los procesos históricos que permitieron la transición de la Edad Moderna a la Contemporánea tuvieron su génesis en las ideas de La Ilustración, un movimiento intelectual, filosófico y cultural que tuvo su desarrollo en la Europa del siglo XVIII. La influencia de este movimiento fue determinante en los procesos sociales y políticos de América y Europa. También se le llamó “Iluminismo” porque partía de la premisa de que la razón “sería la luz que iluminaría el conocimiento humano para sacar a la humanidad de la ignorancia y de esta manera construir un mundo mejor. Por esta razón, el XVIII se conoce como el «Siglo de las Luces”.

Sus características podrían resumirse de la forma siguiente:
1- Su incidencia y expansión tuvo como centro a la burguesía y sectores de la aristocracia. Las ideas que surgieron de la Ilustración se discutían en salones, adonde acudían los filósofos, científicos, artistas y literatos.

  1. Partían de la premisa de que el pensamiento racional es el único que podría permitir al individuo alcanzar el conocimiento.
    22.- Juan Pablo Duarte partía de la premisa de que el pensamiento racional es el único que puede permitir al individuo alcanzar el conocimiento verdadero.
    3- No aceptaba ningún conocimiento que no procediera del análisis racional. Señalaba a la religión y las creencias populares como simples supersticiones.
    4- En sociedades divididas por clases sociales, estableció que todas las personas nacían iguales y tenían derechos naturales.
    5- Se creía en el progreso moral y material de las sociedades gracias a los descubrimientos científicos y tecnológicos.
    6- Puso en cuestionamiento a las monarquías absolutas y que el poder del rey procedía de Dios.
    El tratado de Basilea, de 1795, había dado a los franceses el dominio total de la isla La Hispaniola. En el año 1804 los esclavos africanos se declaran independientes de Francia, crean Haití, que en febrero de 1822, bajo el mandato de Jean Pierre Boyer, ocupó la parte oriental de la isla, donde residían los criollos descendientes de españoles.
    Juan Pablo Duarte, quien tuvo la oportunidad de viajar a Europa y los Estados Unifos de América entre 1828 y 1831, por razones académicas, pudo conocer allí otras referencias políticas, como el concepto de República y la importancia de los cabildos.
    A su regreso al país, decidió crear la organización secreta La Trinitaria y el grupo de teatro La Filantrópica, a fin de alcanzar los ideales que permitieron la liberación de los dominicanos del yugo haitiano.
    Las ideas, que podríamos definir como aquellas realidades que dan sentido a la existencia de los seres humanos y que atrajeron al joven Juan Pablo Duarte, podemos ubicarlas en el contexto de un nuevo orden geopolítico y, por ende, geocultural, que se desarrollaba bajo el paraguas de la Santa Alianza y había derrotado a Napoleón Bonaparte en Viena en 1815, con la hegemonía del imperio austro-húngaro, el diplomático Metternich y el zar Alejandro II de Rusia.
    El encargado del Foreign Office británico, George Canning, había diseñado una estrategia que permitiera a Inglaterra, ya iniciada la Revolución Industrial, tener mayor incidencia en el orbe a través de sus capitales financieros que ayudaron a figuras como Francisco Sebastián de Miranda, precursor de las independencias en América, a través de las logias masónicas, en este caso la logia Lautaro, llamada así en honor al jefe indígena toki mapuche Lautaro. Los procesos de independencia en los virreinatos de América del Sur tuvieron como iniciador a Miranda, quien incluyó en el proyecto al acaudalado joven caraqueño Simón Bolívar, quien pudo llevar a cabo la gesta independentista, frente al decadente imperio español que en esa época se encontraba bajo el reinado del que es considerado uno de los peores reyes de España, Fernando VII, el rey felón.

No es casualidad que Bolívar tuviera el apoyo de una brigada británica y que su edecán, Daniel Florencio O’Leary, fuese irlandés, al servicio del Foreign Office británico, y fungiera como embajador del Reino Unido en Colombia desde 1843 hasta 1854.

La independencia efímera de Núñez de Cáceres, en 1821, había dejado una experiencia decepcionante porque la mayoría de la población de la zona oriental de la isla no veía posible que se pudiera lograr la independencia de los haitianos, que sería imprescindible la ayuda exterior. Sin embargo, este referente no menoscabó las aspiraciones de Juan Pablo Duarte.

El 15 de diciembre de 1843 se llevó a cabo una asamblea constituyente con representantes de la parte española, entre los que se encontraban Buenaventura Báez, Tomás Bobadilla Briones y José Joaquín del Monte, quienes propusieron al cónsul francés Andrés Nicolás Levasseur un plan en virtud del cual se establecería una república independiente en la parte oriental de la isla sobre las siguientes bases:

«1.- La integridad del territorio dominicano y la estabilidad de la República Dominicana, bajo los principios que ha abrazado y proclamado, pudiendo gobernarse por una Constitución que le sea conveniente, decretada por mandatarios elegidos por los pueblos a su satisfacción y según los poderes que emanen de la dicha Constitución. En fin, como un Estado libre y soberano.

2.- Jamás será atacada la libertad personal e individual de los que tuvieron la desgracia de ser esclavos en otro tiempo ni los principios de igualdad que nosotros hemos proclamado;

3.- A estas consideraciones se hará un tratado de amistad y alianza tan pronto como se quiera y se presenten emisarios del Gobierno francés legítimamente acreditados;

4.- El Gobierno dominicano prestará a la Francia cuantos auxilios necesite en el caso de que haya de dirigir fuerzas sobre la parte occidental, la República de Haití;

5.- En las actuales circunstancias, Francia le dará al Gobierno dominicano fusiles, pertrechos de guerra, buques y el dinero que necesite para sostenerse y organizar su Estado de defensa y al mismo tiempo las tropas que puedan necesitarse;

6.- El Gobierno dominicano, en remuneración, cederá a Francia, a perpetuidad, la península de Samaná dentro de los límites que le ha demarcado la naturaleza para ser calificada península; siendo esta cesión una excepción, bajo la precisa estipulación de que en dicha península nunca habrá esclavitud.

7.- Habrá paz sólida y duradera entre ambos Gobiernos y en mejores circunstancias se hará un tratado de comercio en que se estipularán ventajas recíprocas, por el cual ninguna otra nación tendrá preferencia sobre el Gobierno francés».

En la segunda reunión con Eustache Jean Juchereau Saint Denys, quien estaba ejerciendo las funciones de cónsul de Francia, Bobadilla, investido de una autoridad que le permitía llevar adelante el plan con los franceses, el día 8 de marzo de 1844 fue acompañado por Francisco del Rosario Sánchez, quien, ante la ausencia de Duarte, fue en representación de los partidarios de la Independencia, quienes deseaban conocer la propuesta de Francia para ofrecer la ayuda que se necesitaba. Saint Denys les expresó a ambos representantes que el protectorado era solo una excusa para justificar la intervención francesa, que estaría en disposición de apoyar a la nueva República frente a las potencias que tuviesen interés en su territorio. Saint Denys expresó que dada la proclamación de la Independencia en términos de soberanía absoluta era recomendable abordar lo del protectorado en un acto secreto o por “una carta adicional” que firmaran los miembros de la Junta.

El día 9 de marzo se presentó otra propuesta que suprimía el gobernador francés y que buscaba reducir el planteamiento que se había hecho sobre el protectorado, limitándolo a que no se dudaría en acudir a Francia, en caso de que se viese amenazada la causa independentista, por alguna agresión extranjera. Se mantuvo, dada la envidiable posición estratégica, la cesión de la península de Samaná.

En la Historia diplomática de Santo Domingo 1492-1879, Carlos Federico Pérez escribió que Juan Pablo Duarte, de su puño y letra, dirigió una comunicación al agente oficioso británico Teodoro Stanley Heneken, vía la Junta Central Gubernativa reorganizada, donde se puede notar el profundo espíritu nacionalista de Duarte.

En el texto de la respuesta de la Junta, que escribiera Duarte, podemos leer lo siguiente:

“Muy señor nuestro: Acusamos a usted recibo de su nota de fecha 8 del corriente cuyo contenido nos manifiesta la protesta que en nombre del Gobierno británico hace U. contra la ocupación de la Península y Bahía de Samaná por cualquiera fuerza extranjera. Nosotros creemos inadmisible una protesta de semejante naturaleza, pues dicha Península y Bahía corresponden a nuestro territorio y el pueblo dominicano como libre y soberano tiene la entera disposición de lo que es suyo.

«Sin embargo, después de la reforma operada en el cuerpo de esta Junta, creemos poder asegurarle que en nada tendrá que inquietarse el Gobierno de S. M. Británica sobre una ocupación extranjera de dicha Península de Samaná, pues hallándose el pueblo entero opuesto a toda intervención extranjera en nuestra política nos parece que deben disiparse por consecuencia los motivos de su protesta. Nos es muy sensible el no tener el honor de dirigirnos en la actualidad a un agente reconocido y esperamos que U. se servirá manifestar al Gobierno de S. M. Británica el deseo sincero que tenemos en entrar en relaciones recíprocas de comercio y amistad que podrán en lo venidero cederse y proporcionar unas fuentes de utilidad para ambos pueblos”.

A través de su cónsul, Shomburck, Inglaterra es el primer país que reconoce la independencia de la República Dominicana. Según nos relata Carlos Federico Pérez, Tomás Bobadilla y Briones, quien tenía a su cargo el Ministerio de Justicia y ejercía las funciones de canciller de la recién nacida República, envió al Gobierno de John Tyler, presidente de los Estados Unidos, al señor José María Caminero para que aprobara la Independencia de la República Dominicana; los ingleses y los españoles tomaron nota de esa visita que tuvo como finalidad que ese Gobierno hiciera un reconocimiento de la bisoña república.

Se puede constatar en documentos de aquella época como la solicitud de Pedro Santana de anexión de la República Dominicana a España tuvo la aquiescencia de Francia e Inglaterra. Al momento de la gesta restauradora (1863-65) de la soberanía dominicana, el reino español se encontraba debilitado y en franca decadencia. Sin lugar a dudas, el contexto histórico geopolítico del siglo XIX estuvo determinado por los dictámenes de las potencias hegemónicas de aquella época, sobre todo de Inglaterra “que dominaba los mares”; uno de cada cuatro habitantes del planeta era súbdito del imperio inglés.

Comprendiendo la dinámica de los imperios que hegemonizaban el planeta y asumiendo las ideas que permitían una mayor comprensión y realización de las aspiraciones de los criollos de ascendencia española del lado oriental de la isla, es decir, la intuición dictada por la presciencia de los hechos históricos y geopolíticos que determinaban el futuro por venir, Juan Pablo Duarte sembró la semilla de mostaza que, como dice la parábola bíblica, creció y se diseminó por el resto del globo terráqueo.

Bajo las premisas de corte profundamente cristiano no solamente se toma los referentes de un escudo nacional abierto en el Evangelio de San Juan, en el capítulo 8, versículo 32, que bajo el lema imperecedero de Dios, patria y libertad, los preceptos de Jesús de Nazareth nos permiten asumir que la visión histórica y geopolítica de nuestro Padre de la Patria estaba descansada en las premisas universalistas de la religión cristiana que permitió que en su ciclo de evolución histórica se desarrollaran los principios que ponen en el centro de la existencia humana la libertad, el respeto y el amor al prójimo que solo es posible seguir su senda por el camino que de manera clara y precisa quedará escrito hasta el fin de los tiempos “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

Finalmente, como expresara don Carlos Federico Pérez, por natural contraste, la República Dominicana tendió desde sus comienzos a quebrar el enclaustramiento haitiano, proclamando en la simbología de su bandera, genialmente ideada por Duarte, la unión e igualdad de todas las razas bajo la cruz del cristianismo.

(Esta conferencia fue dictada en la Universidad de Nebrija, Madrid, Reino de España.
22 de febrero 2024)