Cuando vi el video de la esposa del regidor asesinado en Bayaguana que expresaba su indignación y dolor a tal punto que estaría dispuesta a inmolarse junto a sus hijos, si no se hacía justicia en el caso de su esposo, en seguida comencé a orar por ella y por su familia.
Jesús vino para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz. Lucas 1:79
Sin dudas, que había una raíz de amargura en su corazón. (Hebreos, 12-15). Y esa amargura y la falta de perdón contaminan e impiden ver y recibir la gracia de Dios. Ese dolor abre puertas al demonio de suicidio, de homicidio y de muerte.
Pero hay un médico que sana el alma. Se llama Jesucristo. Mía es la venganza, dice el Señor. (Romanos 12:19). Que no tome el hombre ni la mujer la justicia de Dios en sus manos.
Estaba seguro que la oración podía hacer un milagro en la vida de esa viuda. Con esa carga, decidí visitar esa señora, Raysa Acosta, la viuda del regidor de Bayaguana. Y un sábado, junto a mi esposa, me abrieron la puerta de su humilde apartamento.
Estoy seguro que todo el que tenga dolor, amargura, que se sienta desfallecer, en camino de muerte, sepa que hay un Dios, un médico del alma, que quita el dolor, cuyo hijo llevó nuestros dolores en la cruz, y sana nuestras dolencias; que solo hay que creer en Jesús, y que todo el que crea en Él, aunque se sienta muerto, vivirá.
Y con ese convencimiento y esa fe, ya en su hogar, oramos por ella y por sus hijos. Y la joven viuda decidió aceptar a Jesús como su Señor y Salvador. No hay medicamentos para la amargura; solo Dios sana y cura las heridas del alma.
Y estoy seguro que Dios hizo un milagro de sanidad, de perdón, de restauración en la vida de ella. Ahora, me permito sugerir a las autoridades que ayuden materialmente a esta madre de cuatro hijos huérfanos.
Pido la misericordia de la Presidencia, el Gabinete Social de la Vicepresidencia, de la Primera Dama, del Plan Social de la Presidencia, y otras que ayuden en lo material a paliar las condiciones de vida de esta joven mujer viuda de Bayaguana. Ya Cristo hizo el milagro espiritual de restauración por medio de las oraciones.
Ahora, falta que esa fe y ese milagro sean completados con la cooperación física de las autoridades públicas, como también privadas, a sabiendas que Dios hace justicia al huérfano y a la viuda. (Deuteronomio 10:18, 1 timoteo 5:3).