Luego que el Tribunal Superior Electoral emitiera las dos sentencias que anularon las Asambleas de los grupos en pugna en el Partido Reformista, los simpatizantes y miembros de ese disminuido conglomerado político abrigaron la esperanza que la otrora fuerte agrupación balaguerista gobernante durante veinte dos años, resurgiera como el ave fénix para volver a competir en las lides electorales vernáculas. El país electoral, ávido de opciones diferentes que puedan producir cambios importantes en nuestra estructura política, apuntaba hacia un reformismo nuevo, pujante, renovador y aglutinador de la voz silente en la que su líder y fundador creyó y sostuvo su indiscutible fuerza electoral que le llevó y mantuvo en el poder durante tanto tiempo.
Pero los reformistas no aprenden de sus propias experiencias ni de la vorágine que los ha envuelto en un limbo político desde el fallecimiento del Joaquín Balaguer. Se trata de un partido secuestrado por personas que en un claro contubernio político-mercantil se empecina en mantener una franquicia para su provecho personal, pese a los desastrosos y consecutivos fracasos electorales. Usando las mismas artimañas y manejos turbios de siempre, para el montaje y control de sus organismos de dirección.
Por otra parte, la facción contraria donde se agrupan buena parte de sus dirigentes históricos, que quizás tengan la gran responsabilidad de redimir ese partido produciendo los reales cambios que se requieren, para dar paso a las nuevas generaciones de dirigentes que puedan encausar esa agrupación por los senderos propios de una política adaptada a los nuevos requerimientos modernos, tampoco han aportado soluciones viables para la necesaria e imprescindible unidad de criterios que requiere el PRSC. Por el contrario, su debate ha sido inicuo, intranscendente con un sobrado contenido personal, que en nada ayuda para la presentación de soluciones colectivas y resultados tangibles.
Si en realidad los reformistas desean la renovación y crecimiento de su partido, deberán trasparentar sus actuaciones a través de árbitros imparciales, dejando atrás las viejas mañas de contubernios aposentados, respetando los resultados de las decisiones mayoritarias provenientes de la legalidad y de la pureza de las reglas de juego establecidas. De lo contrario será más de lo mismo.