En la materia, todo juicio tiende a la subjetividad pero es innegable que la selección de las obras pecó de generosidad, una tercera parte no debió mostrarse
Hay un concepto establecido, plural, indiscutible de la finalidad de la Bienal. Pretende ofrecer un diagnóstico de las artes visuales nacionales en la fecha de su celebración y contribuye a definir la orientación artística del país al volverse patrimoniales las obras premiadas.
Más que confirmar los valores seguros, suele ser una fuente de revelación de jóvenes y emergentes. Esta edición lo confirma, aunque ahora no encontramos la oposición tajante de artistas maduros y/o consagrados a participar, como sucedía antes.
La evaluación de la XXIX Bienal tiene un balance cualitativo controversial, lo que no podía sorprender por su demora, y que, necesariamente, las obras han sido realizadas antes del plazo de dos años requerido por el reglamento. Una norma que esta “fuerza mayor” obliga a revisar para el futuro: ¡la actualidad de una pieza de arte no caduca tan pronto!
En la materia, todo juicio tiende a la subjetividad pero es innegable que la selección de las obras pecó de generosidad, y que una buena tercera parte no hubiera debido mostrarse, tanto en pintura y fotografía como en instalaciones. Justificación relativa de esta tolerancia fue considerarla compensación por una posposición excesiva…
En muy pocas ediciones predomina el arte contemporáneo. ¡Asimismo, aquí numerosas obras hubieran tenido su lugar en los 80 y antes! Ahora bien, obviamente, el Jurado de Premiación quiso “recuperar” la situación… y, salvo las sobresalientes excepciones de Dustín Muñoz y Carlos Despradel, optó por la contemporaneidad en Premios y aun menciones.
Premios memorables
El Gran Premio puede pasar desapercibido a primera vista, así sucede en la depuración extrema de instalaciones contemporáneas. Aniova Prandy impuso también un compromiso histórico, muy caribeño e insólito entre nosotros: anhelamos su próxima individual.
Otro candidato al máximo galardón era Elvin Díaz, con sus anillos multicolores, iluminando el ya tradicional espacio para instalaciones en el sótano.
El video de Carlos Guzmán, escapando del micro documental, es una joya de colores, ritmos y centelleos. Otro deleite son los papeles artesanales de Nathalie Landestoy, de sutileza y luminosidad casi inmateriales…
Mari Carmen Orizondo, en fotografía, y Guadalupe Casasnovas, en escultura, proclamaron su derecho a la diferencia, a otra imagen, y triunfaron… Al fin, Leonardo Durán, nuestro más dedicado grabador, obtuvo premio, una obra contundente de técnica admirable.
Mientras, en la pintura de Juan Grisanty una lectura abierta decía al Jurado, ¡que se cuidara de no caer en gancho!