En la República Dominicana hay dos palabras que se usan frecuentemente, la primera es ladrón y la segunda es bendición. Cuando estamos en la calle, en la iglesia o en la casa, alguien nos saluda con una bendición y un Dios te bendiga. También escuchamos frecuentemente el término ladrón, y de forma aumentativa ladronazo. Pero si “robamos poco” y sin hacer daño físico se utiliza la palabra ladroncito.
Siempre lo he dicho y lo seguiré escribiendo hasta que suceda un milagro social o una revolución moral, que la falta de oportunidades, la delincuencia, el desempleo, la inseguridad, el costo de la vida y la pobreza, es el resultado de una población orientada y que acepta la corrupción como un estilo de vida y cree que la conducta de la corrupción es inherente y parte de nuestro destino. Y no debemos creer que es parte de nuestro legado cultural, porque cuando le quitamos a una persona algo que le pertenece, cuando limitamos a la mayoría de la población a vivir con dignidad, cuando usamos el poder, la presión o intimidación, cuando ejercemos la violencia para lograr resultados inmediatos, lo que estamos construyendo es una sociedad frágil, vulnerable, con temor, invivible y creando más miseria.
Estamos auto destruyendo la doctrina de la democracia, la libertad, la igualdad, las oportunidades que debe tener cada dominicano; porque cuando vivimos en una cultura del robo la confianza se pierde, los inversionistas que llegan, si es que llegan, llegan con timidez. Las personas que han sentido el deseo de servir a su país en alguna posición de la esfera del gobierno, o aquellos que anhelan ocupar una posición mediante el voto se desilusionan debido al alto costo que tienen que pagar económicamente, emocionalmente y físicamente. Y es así donde la corrupción drena las riquezas que poseemos como Estado y como pueblo.
Escuché a una persona decir en la radio y de una forma muy normal, que para ser alcalde debemos poseer una monstruosa suma de dinero, para ser diputado mucho más y para ser senador una suma inconcebible. Pocas personas se han quejado de esas prácticas, y es ahí donde se manifiesta el abismo que genera un hueco que nos succiona, un hueco que solo los poderosos lo pueden saltar. La lectura que hacemos es la siguiente: La política tiene un precio muy alto. ¡Punto! No hay solución, no existe una regla de juego donde las personas honestas puedan participar.
Imaginemosnos qué pasaría si los cientos de miles de dominicanos que expresamos cada día un Dios te bendiga, en vez de decirlo lo pusiéramos en práctica con nuestra forma de votar y de elegir candidatos. ¿Qué pasaría? estoy más que seguro que pasaríamos de la corrupción a la rendición de cuentas, de la desconfianza a la confianza, de la falta de oportunidades a una población con oportunidades y espacios para crecer en todas las áreas de las esferas sociales. La decisión está en nuestras manos, debemos decidir: ¿Ladrón o bendición?