Solo en un país donde la indolencia es política pública que, para colmo de males, se beneficia del principio de la continuidad del Estado, se puede entender la impotencia y, sobre todo, la indignación acumulada durante 48 años por los residentes en la comunidad El Jobo, en la zona montañosa de la provincia Hermanas Mirabal, tiempo en el que han estado a la espera de que se les cumpla la promesa de hacerles una carretera de apenas 8 kilómetros que los comunique con Salcedo.
Porfirio Ureña, un agricultor de ochenta años, relató a nuestro corresponsal Rafael Santos que el 3 de noviembre de 1982, a propósito de la celebración del centenario de ese municipio y la visita que les hiciera el entonces presidente Antonio Guzmán, un grupo de productores de El Jobo se reunió con el gobernador de la época y el mandatario, quien al escuchar de lo que que se trataba su reclamo ordenó que al día siguiente se iniciara la carretera para que pudieran sacar a los mercados los productos que cosechan.
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Pero eso no ocurrió y los comunitarios se quedaron a la espera de unos equipos que nunca llegaron, hasta que dos décadas después, siendo presidente Hipólito Mejía, se la volvieron a prometer; en esa ocasión los equipos pesados sí los enviaron, pero al poco tiempo se los llevaron sin explicaciones y sin dar un solo golpe. Recientemente, según lo que relató don Porfirio, el alcalde de Salcedo y el ministro de Agricultura unieron voluntades y le pasaron un gredar que mejoró las condiciones del maltrecho camino vecinal, pero cuando llueve quedan incomunicados.
A estas alturas están ya en capacidad de entender porqué los comunitarios de El Jobo se sienten burlados por todos los gobiernos desde entonces para acá, incluido el Gobierno del Cambio que va para su segundo período. Que debería encontrar un pretexto, como por ejemplo honrar la memoria de don Antonio Guzmán, para hacer esa carretera y ponerle fin a una espera que ha sido demasiado larga. Mas vale tarde….