Las acostumbradas visitas de Doni a la San Juan Bosco #26

Las acostumbradas visitas de Doni a la San Juan Bosco #26

Ingenio CAEI Yaguate, San Cristóbal

Por: Onorio Montás

Finalizaba el año 1958, nos enteramos del fallecimiento de don Fabio Martich Lorenzo, un alto ejecutivo de la “Casa Vicini”, administrador del Ingenio Caei, en Yaguate, San Cristóbal.

Don Fabio, un espigado hombre, sobrepasaba por mucho los seis pies de estatura. Le conocía desde muy niño cuando pasaba las vacaciones de verano y de Semana Santa donde Norma Eva Martich González, prima hermana y casi mamá de crianza mía y de mi hermano Pin, quien era la primogénita de don Fabio y regenteaba la Bodega junto a su esposo Luis (bodega) Bautista.

Recuerdo que mi hermano, con su liderazgo natural, organizaba grupos de adolescentes del ingenio para dedicarse a coser los sacos de henequén que serían reusados de nuevo en la factoría con azúcar crema.

Plácido, el hijo de Cruz, que tenía un pequeño kiosco en la cercanía de la bodega, y Quico Mir, primo hermano de Pedro Mir, hijo de don Emilio Mir, padre una numerosa familia y maestro tornero del ingenio, sus amigos inseparables.

Yo, por el contrario, vivía metido en la bodega ayudando en lo posible, y en la noche aprendiendo a hacer pan con el maestro panadero Carrao. La bodega era del ingenio, se manejaba mayormente con los “vales” que le pagaban a los obreros y picadores de caña.

Al desaparecer don Fabio, tuvo un largo linaje o descendencia, 21 hijos, entre ellos dos hermanas que heredaron una casa en la San Juan Bosco #37; Ángela Miledys y Milagros Martich Sandoval. Las hermanas de Norma Eva Martich González no salían de mi casa y una tarde cualquiera llega un visitante trajeado de mallorquín “piqué milrayas azul” un diminuto hombre rubio de ojos verdes se trataba de Donald Joseph Reid Cabral un empresario desconocido a pesar de ser uno de los dueños de una distribuidora de autos cercana a mi casa en la avenida Francia a esquina Martin Puchi, se trataba de Reid & Pellerano. A partir de esa fortuita visita se convirtió en Doni.

Todos los días a las 6 de la tarde aparecía, gran conversador, doctor en Derecho, establecía largas discusiones con mi hermano Pin, un asiduo y ávido lector todo el tiempo de filosofía y cultura general, un verdadero asceta para los muchachos del barrio San Juan Bosco.

Un día Doni se apareció con cinco media botellas de ginebra Bolt, que venían en un envase de barro o caneca y le dice a mi madre: “Viuda, póngame eso en la nevera”. Como la nevera casi siempre estaba vacía, mamá la depositaba en el freezer; evidentemente, eso quería decir que seguiría visitando nuestra casa, y así fue. Semanalmente llevaba con el mismo encargo y se aparecía todos los días conduciendo un vehículo Land Rover como buen -inglés- a la misma hora con su traje de milrayas de diferente color, conversaba y luego se dirigía caminando a la casa #37 y dejaba el jeep frente a mi casa, de lunes a viernes a veces los sábados salíamos a pasar el día en una casa campestre en la galería de infiltración del Acueducto de Santo Domingo en rio Duey.

Miledys trabajaba junto a mi hermano Germán Rodolfo (Gallito), en la Asociación Dominicana de Distribuidores de Vehículos de Motor y Artículos del Hogar, que era una oficina de información de crédito que asociaba a los comerciantes principalmente de Santo Domingo, dirigida por doña Isabelita Tavárez viuda del doctor Enrique Lithgow Ceara, tía de Manolo Tavárez Justo y que presidía Donald Reid.

Estas visitas se convirtieron en costumbre, hasta unos días después de la expedición del 14 de junio de 1959 cuando salió al exilio como súbdito del Reino Unido y al despedirse le dijo a mamá: “Viuda, no se preocupe que esta vaina se está acabando; cuando yo vuelva usted verá que esto se va a arreglar, se nos saldrá las papeletas de los bolsillos”. Pero solo los que asesinaron al generalísimo Trujillo y sus “compiches” se le salieron papeletas de los bolsillos.

Doni, regresó después del asesinato del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina. Donald continuó con sus acostumbradas visitas a mi casa, la única diferencia es que llegaba en un pequeño carro Wosley Austin negro, manejando, acompañado con los sargentos, Heredia su guardaespaldas y Núñez su chófer, aun en sus posiciones en los Consejos de Estado de 1961 y 1962 llegaba discretamente. Luego del derrocamiento del Gobierno de Juan Bosch y la renuncia del presidente Emilio de los Santos Salcié, siguió visitando mi casa, ya con un aparataje de seguridad, hasta diciembre de 1964 que se develó un complot para asesinarle en una de sus visitas regulares a mi casa.

René, mi hermano que era miembro activo del “Buró Militar del 1J4” junto a algunos compañeros del barrio, recibían armas de la “Armería de San Cristóbal” de Fabio Abner Martich, quien laboraba en esa fábrica de armas herencia de la dictadura de Trujillo.

Mientras los subcomités del 14 de Junio organizaban micromítines relámpagos en todo el país como respuesta al golpe de Estado.

Ángela Miledys y su hermana se mudaron rápidamente a una urbanización recién construida en el ensanche La Fe, pero siempre mantuvieron relación con nosotros.

Durante la “Revolución de Abril”, Miledys bajaba regularmente a transportar combustible y avituallamiento al “Comando La Canela” en un auto Austin verde donde estaba mis hermanos Héctor René, Pin y los muchachos del barrio, Makky De Peña, Alfredo Cordero, Ramón Soto Dickson (Makuko), Caraepalo, Yeyo Inoa Peña, Melitón Fernández, Alfredo Freites, los hermanos Licairac, Teresa Espaillat, Teresa Acta, Mirna de Peña, Margarita Cordero, Catalina Pumarol y otros muchos que no recuerdo.

En uno de esos viajes a la “Zona Constitucionalista” de Miledys, Euclides Gutiérrez Félix, quien era viceministro de Interior y Policía, ordenó apresar a nuestra querida colaboradora y casi familia, lo cual provocó la movilización de los comandos bajo las órdenes de Héctor René Montás González.

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