“Tal vez sea más fácil definir una historia tradicional, más estática, que una social, más dinámica, por eso empezaremos con ella. Este tipo de historia emplea un estilo narrativo y prefiere el análisis político.
Es una historia “desde arriba”, es decir, de los grandes personajes y por este motivo abunda el género biográfico. Por ello, también se define como historia individual.
Aspira a la objetividad y se centra en los documentos oficiales o institucionales. En último lugar, es una historia profesional, en el sentido de que quienes la utilizan suelen estar empleados por instituciones, ya sean públicas o privadas.”[i] Gustavo Hernández Sánchez.
“Así, el principal foco de atención de los historiadores desde Tucídides a Ranke fue el relato de los acontecimientos políticos y militares. La mayoría de las áreas de la existencia humana caían fuera de la incumbencia del historiador.
La historia de las masas, de la vida cotidiana y de la cultura popular carecían de interés histórico. En último extremo, detrás de todo ello, había —y hay— una concepción elitista de las sociedades y una apología del poder. Y conectado con ello, había —y hay— un explícito rechazo de la teoría.
La historia, por consiguiente, era la ciencia de lo único y la narración la forma de presentación más aconsejable para lograr ese fin. Julián Casanova [ii]
Quise dejar transcurrir unos días para escribir este artículo.
No quería que fuese publicado en la vorágine de actividades y discursos, algunos de los cuales eran retóricas manidas, del llamado “mes de la patria”. No quería ser una nota discordante. Pero haber sido testigo de este proceso, me puso a pensar y a concluir: todavía seguimos sumergidos en la historia de principios del siglo XX, en la cual lo importante era destacar a los héroes, los hombres por supuesto, y la magnificación de los eventos; sin analizar contextos ni evaluando críticamente los hechos.
Los dos artículos que antecedieron a este resumen los planteamientos de un grupo de historiadores que planteaban sus ideas sobre el papel de la historia. Muchos de ellos iniciaban sus reflexiones haciendo una crítica a la historia tradicional, que hace énfasis en el “evento” descontextualizado.
La historia hasta finales del siglo XIX era una disciplina que formaba parte de la filosofía. Y su visión se sostenía en los aspectos políticos, sus grandes personajes, las batallas cruciales que determinaron, según esta visión, los hechos, y en algunos casos, un poco de historia diplomática. Los historiadores de entonces pensaban y defendían que el estudio de estos aspectos era suficiente para conocer la evolución de la sociedad. Eran eruditos, no cabe dudas, y los historiadores posteriores, principalmente después de la Segunda Guerra Mundial y con el nacimiento de la Escuela de los Anales, se les denominó historiadores tradicionales y positivistas.
En la concepción de la historia tradicional, se defiende la idea de que los seres humanos son sujetos autónomos y libres que actúan como resultado de sus decisiones y sus voluntades, olvidando los procesos sociales. Dentro de esta concepción, el mundo de las ideas es autónomo del ser social.
Así, nueva vez, se ha reiterado en este mes de la patria, que se celebra cada año desde hace casi tres décadas, se resaltan las figuras y los prohombres; las batallas, se defiende la identidad sin pensar en su contenido. En los últimos años se ha agregado un nuevo ingrediente: el discurso retórico y acrítico de la figura de la mujer en la independencia. Se han hecho visible las mujeres que participaron en las luchas libertarias, sin indagar más profundamente, sin validar los datos; solo retomando la retórica apologética que en nada ayuda.
Abogo por una visión crítica de la historia. Utilizar la historia para replantearnos el presente. Para ser críticos con la herencia recibida. El dato, si el dato preciso ayuda, pero lo importante es entender el proceso.
Hacerse nuevas preguntas para reinventarnos y poder legar una herencia distinta a los que nos siguen, diferente a la que recibimos. Preguntarnos: ¿Por qué debemos tener padres de la patria? ¿Son necesarios? ¿Qué implica la visión de la identidad hoy, siglo XXI, en una sociedad globalizada y dominada por el capital internacional?
¿Fueron las batallas una expresión del caudillismo regional? ¿Por qué después de instaurado el Gobierno dominicano predominó el autoritarismo y el caudillismo? ¿Por qué todavía existe el clientelismo político? ¿Por qué en la mayoría de los líderes políticos se ve la llegada al Estado como un botín, como un premio al trabajo? ¿Por qué no existe un verdadero Estado de derecho en nuestro país?
¿Por qué no se respeta la Constitución? ¿Por qué nuestro país es presidencialista? Las respuestas a esos porqués se encontrarán en la historia, pero crítica. De seguir con el discurso tradicional continuaremos repitiendo nuestros errores hasta el infinito. Y seguiremos valorando la precisión del dato sin saber para qué.
“En conclusión, consideramos más apropiado presentar la historiografía y su contexto en toda su complejidad, para que aquellos que nos formamos en los avatares de la ciencia histórica seamos capaces de adquirir unas competencias críticas respecto de la escuela de la que decidamos formar parte. Recogiendo la propuesta de Peter Burke, “la apertura a nuevas ideas, provengan de donde provinieren, así como la capacidad de adaptarlas a los objetivos propios y encontrar la manera de verificar su validez, es el sello distintivo tanto del buen historiador como del buen teórico”[iii].
[i]Gustavo Hernández Sánchez HISTORIA SOCIAL FRENTE A HISTORIA TRADICIONAL. ¿UNA CUESTIÓN DE MODA? Dialnet-HistoriaSocialFrenteAHistoriaTradicionalUnaCuestio-3856784.pdf
[ii] Gustavo Hernández Sánchez HISTORIA SOCIAL FRENTE A HISTORIA TRADICIONAL. ¿UNA CUESTIÓN DE MODA? Dialnet-HistoriaSocialFrenteAHistoriaTradicionalUnaCuestio-3856784.pdf
[iii] Ibid.