En la realidad actual que operan las organizaciones, existen activos intangibles que añaden valor significativo a la sostenibilidad, productividad y competitividad de éstas. Por ejemplo: calidad del clima laboral, la convivencia humana, el trabajo colaborativo, la felicidad, limpieza de la salud mental, la motivación, el nivel de empoderamiento, las capacidades del talento humano, liderazgo transformacional, positividad de la imagen pública, entre otros. Estos intangibles solo se crean y mantienen en aquellas organizaciones que fomentan, evalúan y valoran las buenas acciones que realizan de manera continua sus colaboradores internos, sin importar la naturaleza de sus tareas y su nivel jerárquico.
En términos generales, las organizaciones son sistemas diseñados y estructurados para concretar determinadas metas y objetivos. Dichos sistemas pueden, a su vez, estar integrados por otros subsistemas relacionados, los cuales cumplen funciones y tareas específicas. Desde otra mirada distinta, se dice que una organización es un grupo de personas que trabajan en conjunto para crear valor agregado satisfaciendo necesidades de su grupo de interés. La organización es un sistema abierto y dinámico que opera dentro e interactúa con el ambiente. (Wikipedia®, 2024)
Los CEO y los mandos intermedios de las organizaciones, independientemente de la naturaleza y tamaño de éstas, tienen la responsabilidad de gestionar día a día las pequeñas, medianas y grandes situaciones que ocurren, de manera ordinaria y extraordinaria, tanto dentro como fuera de ellas. Las organizaciones que operan desde la lógica y principios de los sistemas, una de sus partes (subsistemas) puede llegar a afectar el todo (sistema). Los intangibles de las organizaciones se robustecen cundo éstas poseen dispositivos creíbles, con los que se premian y censuran las buenas y malas acciones de sus colaboradores.
Fomentar y reconocer de manera sincera las buenas acciones entre los colaboradores internos, es una iniciativa que puede ayudar a que las organizaciones funcionen como sistemas abiertos y en plena armonía. Para ello, entre otros requisitos, es necesario disponer de mecanismos confiables de selección y reclutamiento de personal, mediante los cuales se posibilite elegir el talento humano con las competencias blandas y duras, según la misión, visión, valores, principios y objetivos de las organizaciones.
Según las teorías de los sistemas, para garantizar la eficacia y eficiencia del desempeño de las organizaciones, éstas requieren diferentes tipos de recursos (humanos, financieros, tecnológicos, equipos, herramientas, material gastable, etcétera), así como definir políticas, procesos, normas, procedimientos y asignar funciones a cada uno de sus colaboradores. En este ámbito, existen actividades y tareas que son delegadas a áreas y personas específicas (personal de servicios generales). Para alcanzar logros significativos en algunas de las funciones delegadas a este subsistema, es recomendable motivar la participación relativa de todos los colaboradores internos, sin importar su jerarquía.
En un ambiente laboral sano, humano, empático y digno, hay áreas y actividades que requieren el involucramiento, la comprensión y colaboración de todos los que laboran en la organización. Para fomentar la cultura de las buenas acciones como medio que hacen la diferencia, es imprescindible la participación directa al respecto de los subsistemas de Gestión Humana y Comunicaciones. Para ello, será necesario desarrollar diferentes acciones: conversatorios, campañas educativas, reconocimientos, sanciones, entre otros medios que persuadan positivamente a todos los colaboradores internos del sistema organizacional.
Las direcciones de Gestión Humana y Comunicaciones tienen que buscar formas creativas y efectivas para recordarles continuamente a todo el personal que sus buenas acciones en las oficinas, en los pasillos, en los baños, en los ascensores, al visitar una oficina, en los parqueos, en las áreas destinadas para comer, las relaciones entre superiores y colaboradores, en los buenos modales, hacen la gran diferencia.
El cumplimiento de las políticas, procesos, normas, procedimientos y regulaciones es indispensable para que una organización pueda subsistir y desarrollarse. De no hacerlo, es casi seguro que surgirán eventos que incidirán negativamente en el buen desempeño y en la calidad de los intangibles del sistema organizacional. Las organizaciones más higiénicas no son las que más limpian, son las que tienen colaboradores internos que no ensucian.
En resumidas cuentas, las buenas acciones siempre hacen la diferencia y lo cambian todo. Por ejemplo: dentro de las organizaciones, siempre llevar consigo el carné de identificación; mantener limpias y organizadas las recepciones; no usar los espacios institucionales para dormir siesta, tomar y responder las llamadas internas y externas; revisar y responder los correos relacionados al trabajo; evitar ruidos de los teléfonos móviles en reuniones o eventos institucionales. De las buenas acciones provienen: excelentes familias, una sociedad perfecta, organizaciones significativas, un mundo más humano y solidario. En fin, las buenas acciones tienen el poder y la energía para cambiarlo todo.