Por Enrique Gomáriz Moraga
¿Cómo es posible que hoy día pueda cometerse un grosero fraude electoral como el fraguado en Venezuela? ¿Cómo es posible que un régimen político pueda mantenerse en pie tras cometer tamaña felonía? Preguntas como estas han dado la vuelta al mundo en las últimas semanas. Y no parecen tener una respuesta plausible. Sin embargo, por muy increíble que parezca la situación, pueden sondearse las claves que explican la sostenibilidad del régimen ilegítimo de Maduro. Examinemos algunas de ellas.
Posesión de una base social de apoyo (menguante). El régimen de Maduro no está aislado socialmente. Existe el viejo mito de que las dictaduras carecen de base social de apoyo, algo que la realidad demuestra continuamente erróneo. Desde Franco hasta Pinochet, por mencionar dictadores reconocidos, no carecieron de una base social considerable, sobre todo al inicio de su régimen.
En el caso del régimen chavista, pueden percibirse los dos componentes tradicionales: el apoyo social de una ciudadanía común que ha sentido en algún momento simpatía por el frontispicio bolivariano del gobierno, y el apoyo de minorías militantes, encuadradas cada vez más en destacamentos de choque. Es evidente que en la actualidad se ha reducido notablemente la población simpatizante, lo que ha aumentado la relevancia de los núcleos militantes de activistas. Los últimos comicios indican que el régimen de Maduro cuenta todavía con un cuarto del padrón electoral, lo cual significa que habría perdido rotundamente las pasadas elecciones pero que todavía puede llenar alguna que otra plaza con grupos de militantes.
Apoyo de unos poderes fácticos mínimamente cohesionados. Maduro cuenta con una arquitectura institucional conformada por su antecesor, con personal operante y adherente, que compone las jerarquías de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, cuyos mandos están dispuestos a respaldar corrupciones políticas de distinta consideración, tanto por usufructuar de ellas como para evitar la incertidumbre que supondría la caída del régimen. También cuenta con el apoyo de la actual cúpula militar, aunque la actitud de los oficiales jóvenes que pusieron en marcha el Plan Venezuela, que evitó la destrucción de las actas en los colegios electorales, indica que no todos los efectivos militares están convencidos de apostar por un futuro chavista.
Un poderoso factor aglutinante, no directamente ideológico, guarda relación con el temor de los mandos políticos y militares de que, inevitablemente, se enfrentarían a represalias tras la caída de Maduro. Y los esfuerzos de la oposición para que el gobierno acepte la derrota electoral a cambio de garantías de que no habrá revancha no son creíbles para los personeros del régimen o siguen percibiendo un alto riesgo al respecto.
Mantenimiento de un cierto grado de adherencia ideológica. La ideología que aglutina los diferentes componentes del régimen tiene dos referentes. Uno específico procedente de la revolución bolivariana de su fundador Chávez, que recoge la pulsión soberanista y antiimperialista del pasado, para asociarla a una perspectiva socialista de cambio social. Y otro componente, más difuso, que es una herencia directa de la cultura política autoritaria que permeó a la mayoría de la izquierda latinoamericana del siglo XX. La esencia de esta cultura política consiste en despreciar el valor de la democracia, considerada como una nota bene de la revolución social. Esta cultura política todavía se mantiene en partidos importantes de la izquierda comunista o radical en la región. El Frente Sandinista nicaragüense y el MAS boliviano son buenos ejemplos de ello. Pero el referente último sigue siendo el Partido Comunista cubano. Es por tanto un acto de coherencia que estos partidos hayan aceptado automáticamente el fraude electoral en Venezuela.
Posesión de importantes apoyos internacionales (autoritarios). Se afirma que el régimen del Maduro se encuentra aislado internacionalmente. Pero eso es una verdad parcial. El actual gobierno venezolano tiene el apoyo de los regímenes autoritarios de la región y fuera de ella cuenta con la alianza de potencias mundiales como China y Rusia, además de algunos gobiernos autoritarios de segunda fila, como Irán o Corea del Norte. En la actual coyuntura internacional, el régimen de Maduro es un claro rentista de lo que se ha venido en llamar el regreso de la Guerra Fría. Ello no significa que no sufra los efectos del aislamiento en buena parte del mundo occidental, pero resulta conveniente no extrapolar esta circunstancia.
En suma, una revisión de las claves del sostenimiento del régimen de Maduro muestra que su caída no es algo precisamente fácil. Ante esta evidencia, se hacen diversos planteamientos para conseguirla. Un segmento de la oposición, sobre todo en el exilio, se inclina por soluciones violentas (atentados, invasión, etc.). Pero existe un amplio consenso acerca de que ello justificaría todavía más la represión violenta del régimen, aglutinando más a los poderes fácticos. Otro sector, de sentido opuesto, plantea que hay que seguir aceptando la realidad chavista, a la espera de la eventual creación de condiciones favorables para una negociación. Quizás el exponente más conocido de esta orientación sea el dirigente del PSOE Rodríguez Zapatero, pero también hay partidarios en la izquierda brasilera y colombiana que presionan a sus gobiernos para que suavicen su crítica al gobierno de Maduro.
Finalmente, existe un amplio sector democrático y progresista que es partidario de mantener una firme demanda por la transparencia del resultado electoral, mientras busca una estrategia robusta para debilitar el régimen de Maduro. Este planteamiento exige un esfuerzo considerable de la oposición interna, que enfrenta todos los recursos que posee Maduro para mantenerse, al mismo tiempo que eleva la presión internacional. También exige un proceso de acuerdos específicos articulados y un uso adecuado del tiempo. Y, sobre todo, leer acertadamente las señales que surjan de improviso. Hay que recordar que, en muchos casos, se ha probado la validez de aquel proverbio eslavo que dice que el pescado siempre se pudre por la cabeza. No es exagerado pensar que muchos cuadros del régimen perciben cada día más que no habrá un futuro chavista para Venezuela.