Además de atípico, el expresidente Hipólito Mejía es un político ameno y ocurrente, aunque con mas frecuencia de lo deseado sus chispeantes ocurrencias lo meten en problemas, lo que salpica al partido del cual es uno de sus principales líderes, y también al Gobierno, donde su influencia es indiscutible.
Por eso todo lo que dice y hace tiene repercusiones en los medios, sobre todo cuando critica, de manera abierta y sin tapujos, a los funcionarios de su Gobierno, algunos tan relevantes como el ministro de Turismo y el canciller de la República, a los que recientemente dedicó algunos piropos que provocaron gran revuelo.
El pasado fin de semana le pidió al Gobierno, con su franqueza acostumbrada, que detenga el nepotismo que han puesto en práctica algunos funcionarios, a los que no debe permitírseles “que se cojan el gobierno para ellos”.
Según el Guapo de Gurabo, en el Palacio Nacional están en la obligación de tomar los correctivos de lugar en los casos en que los funcionarios tengan nombrados a más de tres familiares, dando a entender, aunque ese no haya sido su propósito, de que mientras no pasen de esa cantidad no hay problema ni puede considerarse nepotismo.
Entre lo que quiso decir el exmandatario y lo que dijo puede haber mucha distancia, como ha pasado ya en otras ocasiones, y hay que agradecerle que no alegue que lo sacaron de contexto, como suelen hacer otros políticos cuando sus declaraciones provocan efectos indeseados a causa de sus meteduras de pata.
Pero mal haría el Gobierno si no le pone la atención debida a las denuncias de nepotismo dentro de su propia gente, como ha sido también el caso del presidente de la Cámara de Diputados Alfredo Pacheco, pues además de agravar peligrosamente el descontento de las bases del PRM aun desempleadas, vuelve a demostrar lo difícil que les resulta a nuestros políticos no hacer en el poder lo que tanto criticaron cuando estaban en la oposición.