LAS COSAS QUE RAUDY AMÓ

LAS COSAS QUE  RAUDY  AMÓ

Un árbol de mango, “añoñaíto desde chiquitico” y un cuerno de vena’o al que nadie era capaz de poner mano hacen reverencia a la entrada de la residencia de Raudy Torres, en los Jardines Metropolitanos de esta ciudad de Santiago, donde el famoso chef compartía tantos sueños y gratos momentos con familiares y amigos. La casa está llena de objetos con historia y sentimiento.
El carismático santiaguero tenía un espacio personal, unos metros que servían de guarida a tantos recuerdos… una lista grande que refleja en gran medida la intimidad del hombre más allá del comunicador y del carnavalero que inspiraba alegría, seducción, su propio yo y un dominante dominicanismo.
Observar la casa después de su muerte y verla callada, tímida, sin movimiento, impresiona, porque si había algo que se levantaba de una simple sonrisa, una palabra mal dicha y un “aquí todo el mundo tiene que sentirse como en su casa”, era precisamente su inquietante personalidad.
La colección que abriga la residencia va desde más de 150 cuadros de los más diversos pintores de la ciudad hasta candelabros, repisas, campanas y muebles que, por sus diseños, parecen datar de principios de siglo.
Su debilidad por las aldabas. Hay una colección de budas de todos los tamaños, relojes antiquísimos y una vitrola en buen estado que permiten al visitante sentirse en un verdadero museo vivencial, que traspasa el tiempo.
Hay también trofeos y fotos de diferentes actividades. Una que resalta es donde está con George Bush y su esposa Bárbara, cuando la ex pareja presidencial de Estados Unidos visitó La Romana y en una fiesta en su honor, Raudy fue invitado en el personaje de Robalagallina.
“Las obras de arte las compraba, excepto los cuadros que tiene míos, que eran de mi madre y ella le decía que él era su hijo prieto. Un día que fuimos a comer a su casa le dijo: ‘Marina, déjame por escrito todas las pinturas y los muebles tuyos por si te mueres, porque tus hijos no me los van a dar’. Y así fue, comenta el arquitecto Sergio Taveras, compadre de Raudy.
En los pasillos hay fotos de sus dos amigas entrañables, Mayra Robles y Petrouska Smester, de quienes también conservaba objetos.
Otras de las personalidades santiagueras que sabían de su amor a las colecciones, indican que el chef era un coleccionista compulsivo. “Si iba a una casa y le gustaba algún objeto, nadie se lo negaba, porque lo solicitaba con una gracia que terminaba llevándoselo”, comentan.
Contigua a su casa, se encuentra otra vivienda que era donde trabajaba en la cocina para sus compromisos como chef. Se calcula que allí hay más de 5000 piezas, entre las que se encuentran finas vajillas, pailas, equipos de trabajo y objetos de decoración.
“Te acostumbras a vivir con ciertas cosas y de determinada manera. Raudy era un hombre feliz. Vivió feliz, añoñando todas sus cosas, las cuales cuidaba celosamente. Su casa era un verdadero museo”, dice Sergio Taveras.
El folclorista Dagoberto Tejada solicitó que la alcaldía le dedique una calle y que su casa sea convertida en el “Museo Raudy Torres”.

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